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miércoles, 18 de mayo de 2011

EL ZORRO DE LOS OCÉANOS (THE SEA CHASE)


SINOPSIS. “El zorro de los océanos” nos presenta la historia de Karl Erlich (John Wayne), veterano marino de guerra alemán, acérrimo a la tradición imperial de la Marina alemana y capitán del buque mercante Ergenstrasse, un simple barco de transporte. Sin embargo, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, se ve obligado a huir precipitadamente del puerto de Sidney en el que se halla amarrado, siendo inmediatamente perseguido por el destructor HMS Rockhampton, a cuyo mando se encuentra Jeff Navier, un viejo amigo de aquel, convertido ahora en su enemigo y perseguidor a lo largo de los océanos. Una persecución, por otra parte, llena de alicientes que aportan los demás personajes de la historia.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Sin duda se trata, dentro del género bélico, de una película del montón, pero que se salva por la correcta factura general, una tensión y ritmo narrativo bastante constantes y, sobre todo, por las acciones y modo de actuar del capitán Erlich (un John Wayne en horas bajas) siempre sorprendente e inesperado en cuanto a las decisiones a tomar y al modo de dar órdenes a su tripulación; con mano en muchas ocasiones que refuerza aquella tensión; y, desde luego, gracioso e irónico si las circunstancias se prestan a ello. No pueden olvidarse los buenos papeles de personajes secundarios como el de Elsa Keller (Lana Turner).


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Si detalles como los anteriormente mencionados son los que salvan la valoración general de éste otros no consiguen sino el efecto contrario pues en base a ellos se puede erigir un sustento a la dejadez para con determinadas escenas del metraje. Así, la escala apresurada en una isla desierta del Pacífico acaba por no transmitir tales sensaciones, llegando a presentar, por momentos, escenas bucólicas y de enorme paz con un vigía que se permite el lujo de dormirse sin que ello tenga consecuencias mayores. Otro buen ejemplo de estas desmerecedoras escenas bien puede serlo una en la que la tripulación, en uno de esos pacíficos baños en la playa, es atacada por un tiburón, pero del que apenas vemos la sombra pero ni rastro del momento concreto del ataque; sólo el griterío generado. Por momentos, la sensación es de que el espectador está ante minutos de puro relleno.


COMPARACIÓN. Aunque el título nos evoca una historia a lo Rommel, “el zorro del desierto”, en una pretendida versión marina, es preciso señalar que no se trata sino de un exceso de imaginación del traductor del título dado que los méritos del gran general de los Afrika Korps superarían, de largo, las dotes del sagaz Erlich. Es por ello que las películas de las que “El zorro de los océanos” trae directas reminiscencias, por su estructura de “juego del gato y el ratón” son, entre otras, “Duelo en el Atlántico”, “Das Boot: el submarino” o “La Batalla del Rio La Plata”. No obstante, la que ahora se comenta ha pagado, con respecto a la primera, la excelente talla de aquella; el olvido del paso del tiempo generado por el renombre alcanzado por la segunda; y la buena recreación de una contienda fidedignamente en términos históricos de la tercera.

HISTORIA. “El zorro de los océanos” es un film con más imaginación que realidad. El buque KMS Ergenstrasse y el destructor HMS Rockhampton nunca existieron. Lo que sí existieron fueron las historias de ciertos barcos en la contienda, cuyas historias entremezcladas originan esta original historia de persecución.

Quizás la más evidente de las historias en las que se apoya es la del legendario acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee y su magnífico capitán Hans Langsdorf, cuyo azote a la Marina inglesa provocó su búsqueda precipitada con el pretexto de su destrucción. De hecho, en el film vemos como el capitán del Rockhampton, Jeff Navier, recibe órdenes de abandonar la persecución del Ergenstrasse para dar caza al acorazado alemán. La historia del Graf Spee y sus aventuras halla un mejor reflejo en “La Batalla del Río La Plata”.

Por otra parte, la figura del Ergenstrasse trae evidentes recuerdos de las figuras de los cruceros Kormoran y Atlantis, cuyas peripecias a lo largo de los mares, sus maniobras de camuflaje y su difícil captura hicieron mella estratégica en el almirantazgo británico por la dificultad que suponía la captura de unos barcos de tan pequeño tamaño (apenas arrastraban ocho mil toneladas) con unas tripulaciones preparadas de un modo excelente. Frecuentemente acusados de prácticas piráticas en la guerra, este es un extremo que es imperativo desmentir; así, por ejemplo, el capitán del Atlantis, Bernhard Rogge, fue un fiel cumplidor de las reglas militares relativas al ataque a mercantes, lo mismo que su tripulación, al contrario de lo que la Historia llamada "oficial" viene argumentando acerca de lo despiadado de los marinos de la Kriegsmarine. Bástese un solo dato: no se perdió ninguna vida en ninguno de los hundimientos de mercantes. Todo lo contrario, resultaron ser en cuanto a la nobleza de los combates y prácticas militares marítimas los Aliados, incumplidores por excelencia de tales normas. Véase el hundimiento del propio Atlantis por el crucero Devonshire quien, al hundir a aquel, dejó que la mayor parte de la tripulación pereciese ahogada por el miedo a la llegada de otros barcos alemanes; o véase también la vulneración de los códigos marítimos de banderas que la marina británica llevó a cabo con el Campbeltown al atacar el puerto de St. Nazaire sin izar la bandera británica ni mostrar pabellón alguno.


En resumen, el film viene a mostrar algo que en términos históricos es algo sabido por todo erudito en el tema, esto es, que dada la reducción de fuerzas a consecuencia del Dictado de Versalles, ello originó, no obstante, que las reducidas fuerzas alemanas fuesen mejor preparadas que ninguna otras lo que, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, daría lugar a la mejor cuna de oficiales de su época y, en consecuencia, unas fuerzas mejor preparadas técnica, táctica y moralmente, también en lo que toca al cumplimiento de las normas internacionales. La Kriegsmarine no sería una excepción.


APARTADO TÉCNICO. Muy reducido. El hecho de que la mayor parte de la trama se desarrolle en el mar reduce las expectativas técnicas a los barcos que se pueden ver en ella. Y si tenemos presente que estos no son sino representaciones de buques ficticios, la perspectiva técnica se comprime todavía más, sobre todo a la luz de que no hay combates notables ni un despliegue armamentístico relevante a lo largo de la cinta. A título de curiosidad cabe señalar la cesión por la Marina canadiense de los barcos con los que la película se realiza y que, pese a lo dicho, cumplen holgadamente con su paripé bélico.


ERRORES. No existen errores clamorosos porque tampoco las circunstancias del film se prestan a su existencia. El hecho de desarrollar el nudo argumental en medio del mar o en islas desiertas reduce la posibilidad de errores, sobre todo en lo referente a la ambientación temporal cuyas distorsiones desaparecen por carencia de referencias externas.

Pese a ello la terna de errores se aprecia. Así, vemos como al inicio del film, la tripulación del Ergenstrasse, amarrado en Sidney en el albur de la contienda, esto es, septiembre de 1939, escucha una crónica de radio de en la que se puede oir al cronista hablar del “desafiante rechazo del ultimátum ofrecido a Alemania” al tiempo que comienza a escucharse la supuesta respuesta del Führer a la ofrenda aliada. Curiosamente el discurso que se escucha no es ningún desafiante rechazo sino un discurso pronunciado seis años antes en el Palacio de los Deportes de Berlín.

Por otro lado, llama la atención el plan de huida del capitán Erlich, intentando regresar a Alemania a través del Pacífico Sur hacia el Atlántico, cuyo detalle podemos observar en la explicación que da a sus adjuntos con cálculos de trayectorias de naves enemigas incluidas. Aunque resulte harto verosímil el plan trazado, dado que mecanismos como el radar tenían aun un muy escaso desarrollo como para influir en una contienda y menos en una persecución de este calibre, resulta llamativo el escaso ritmo al que reduce distancia el destructor británico. Del mismo modo resulta curioso que el sagaz Erlich escoja una ruta que se extiende por zonas de dominio de la Royal Navy o, cuando menos, de notable influencia de ésta, y no una huida hacia al norte al cobijo de los japoneses, futuros enemigos de los británicos y aliados de los alemanes.


LA FRASE. “La capacidad de un hombre sólo se puede medir en relación con los objetivos que ha de alcanzar” (Karl Erlich). Se trata de una sentencia que, aplicable en cualquier ámbito de la vida, viene a evidenciar el trato que el capitán del Ergenstrasse dispensaba a sus hombres que, reacios al modo de actuar de su superior, acaban viendo como la lucha por una meta, por dura que sea, si ésta es alcanzada es siempre acreedora del esfuerzo que haya requerido.


PARA QUIEN. El público más susceptible de disfrutar “El zorro de los océanos” es el que disfruta de las contiendas bélico-marítimas aunque en este caso se trate de un ejemplo bastante descafeinado. El tópico de la persecución, desarrollado en el ámbito de la guerra marítima no es plenamente satisfactorio, como tampoco lo es en algún otro sentido. Los aficionados al cine de acción clásico bien pueden abstenerse de verla. La temática amorosa, a pesar del excelente papel de Lana Turner como Elsa Keller, resulta plano y de mero relleno, sin un mayor desarrollo más allá del prototípico enamoramiento del cine de mediados del siglo pasado. Quienes pretendan buscar contenido histórico en ella no van a toparse más que con un pleno vacío.


VALORACIÓN. Es cierto que el papel de John Wayne en el reparto hace a este film merecedor de un visionado, pero dada la carestía en otros aspectos, narrativos y de ambientación, y la tendencia alicaída del Wayne del momento, no puede uno sino concluir que se trata de una obra correcta, y punto. Porque los calificativos positivos que pueda merecer lo son por la presencia de aquel dado que la mayoría de los papeles secundarios no están a la altura. Un mayor empuje del apartado técnico unido a un ritmo narrativo con mayor regularidad daría para una película, quizás no de diez, pero sí para una más notable.