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lunes, 21 de marzo de 2011

DE DUNKERQUE A LA VICTORIA (CONTRO 4 BANDIERE)


SINOPSIS. Es 24 de agosto de 1939 y en una cafetería parisina se reúnen un grupo de amigos que, in situ, se comprometen a reunirse allí de año en año en conmemoración de la amistad que los une. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial trastoca sus planes y conduce a cada uno de ellos por caminos inesperados a través de diversos episodios de la contienda hasta la caída de París. El alemán Jurgen se alista en la Werhmacht; el norteamericano Brett (George Peppard) comienza a trabajar para la inteligencia militar americana. Maurice (George Hamilton), evacuado en Dunkerque, ingresa en el ejército británico; Rick se une a la RAF; Fabienne (Anne Duperey) se une a la resistencia francesa y Ray se hace corresponsal de guerra.

LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Dentro de la mediocridad general del film puede llegar a salvarse el interesante punto de partida que plantea, aunque sea un tema bastante manido ya en el cine bélico: las paradojas del destino. Es curioso ver cómo el unido grupo de amigos se ve afectado por el estallido de la guerra y cómo asumen con resignación y más o menos éxito las circunstancias del tiempo que les ha tocado vivir. Sin embargo, este aspecto se ve trastocado por la forma en que se desarrolla la historia, con saltos en el tiempo y sin una estructuración lógica de la trama.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Casi cualquier punto de la película tiene cabida aquí. Un aspecto muy destacable a este respecto bien podrían serlo las escenas de combates aéreos en las que se observan los aviones de juguete empleados para su realización. Pero, por su constancia y peso a lo largo de la cinta, puede reseñarse lo tedioso del guión, acompañado de la escasa tensión y flojedad de las actuaciones. En muchas escenas se hace notoria la faltad fuerza interpretativa; a título de ejemplo pueden observarse en la carrera de barcas, que da comienzo a la película, unos rostros inexpresivos en un momento de máximo esfuerzo, o en los combates de aviones, cuyos pilotos parece que más que entrar en combate van a tomarse un café. Y si a ello sumamos un guión en su mayor parte sin creatividad alguna y con historias demasiado vistas y prototípicas como el animadversión padre-hijo o las relaciones amorosas imposibles, el resultado no augura nada bueno.


COMPARACIÓN. Resulta difícil encontrar películas que resulten tan pretenciosas en cuanto al objetivo que se proponen dado que es evidente que no se puede abarcar tantos episodios de la guerra sin saltarse determinados avatares o sin incurrir en imprevisiones. Y eso es algo que se nota en términos generales en la película y en cada detalle en particular. No obstante, las secuencias de los bombardeos y ataques aéreos, así como las escenas de la bolsa de Dunkerque, pueden asimilarse a lo que vemos en “La batalla de Inglaterra”; las acciones de sabotaje de los franceses pueden verse con mejor factura en películas como “El día más largo” o “Espías en la sombra”; las misiones tras las líneas alemanas recuerdan mucho a “Doce del patíbulo” o a “El desafío de las águilas”, salvando las diferencias, claro está. El carácter transversal que adopta el film, hace que se puedan realizar toda suerte de comparaciones en casi cualquier escena.


HISTORIA. El discurrir poco lineal y anárquico de las escenas históricas hace que todo resulte confuso e inconexo; las escenas históricas se mezclan con imágenes de época y con las historias de los personajes sin seguir un criterio lógico. Lo mejor que nos da esta película son precisamente esas imágenes originales que contribuyen, por poco que sea, a dar una mayor credibilidad a ese corte histórico que intenta mantener.



Tienen reflejo en la cinta momentos trascendentales como la caída de Dunkerque y la consecuente huida de la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF), aunque los episodios de ataques aéreos son habitualmente exagerados dado que la orden expresa de Hitler y del alto mando era de no atacar al remanente expedicionario, en un gesto de amistad hacia los derrotados.

Asimismo vemos como se recrean los ataques sobre la capital británica, pero no se hace sino de un modo muy superficial, sin entrar en lo que supuso ni en su desarrollo, lo cual deja mucho que desear en términos históricos pero que resulta entendible dada la carestía técnica y presupuestaria de los productores.

Lo más destacable en términos bélico-históricos es la supuesta batalla de Saint Nazaire que se recrea. No es equívoco ubicar el enfrentamiento de las tropas aliadas con los blindados alemanes en esa zona del país galo. De hecho, aunque en la película nada se dice, bien podría tratase de uno de los combates entre las fuerzas del Tercer Ejército del general Patton (aunque en la película carecen de efectivos blindados) y el séptimo ejército del general Dollman, luego sustituido por el genial Paul Hausser. Pero había cientos de contiendas que pudieron recrear en territorio Francés, como Bastogne, Carentan o Saint Lo, para detenerse en una batalla en Saint Nazaire, donde sí tuvo lugar una importante batalla, pero naval, que sí sería digna de incluir, en la que los ingleses, para dañar el puerto de Normandía no dudaron en violar la normativa acerca de abanderamiento de buques so pretexto de introducir al Campbelltown lleno de explosivos en el puerto francés y hacerlo explosionar.


APARTADO TÉCNICO. Siguiendo la tónica general de toda la película, este apartado no puede ser más tedioso. Es aquí donde, en muchas ocasiones, puede verse la desidia en términos cinematográficos. El material salvable se reduce a unas cuantas ametralladoras MG 34 y MG 42 alemanas, sin muchas luces en sus apariciones, una ametralladora Vickers inglesa, unos correctos subfusiles Schmeisser y Thompson y las imágenes de los bombarderos Heinkel He111, particularmente efectistas en sus apariciones con sus tomas aéreas sobre Londres que elevan un punto lo decadente en términos técnicos de “De Dunkerque a la victoria”. El resto no merece sino figurar como errores, como los M24 y los M26 americanos con los signos de la Wehrmacht.

ERRORES. Como el catálogo de errores es interminable, en este apartado serán mencionados sólo aquellos que merezcan ser dignos de mención dado que se trata de una película cuyo metraje va de error en error sin el menor pudor.

Empezando por los combates aéreos, y obviando las imágenes de los aviones de juguete, resulta de lo más curioso ver cómo en el rodaje de la escena del ataque aéreo sobre Dunkerque se utilizaron aviones americanos Vultee Vengeance como cazabombarderos de la Luftwaffe y en el resto de la película se utilizan aviones Messerschmitt Me 109 haciendo las veces del Spitfire y el Hawker Hurricane ingleses. Nótese que tampoco se trata del modelo Me 109, sino de la versión española del mismo, los HA 1112 vulgarmente conocidos como “Buchones”. Al respecto de la escena de Dunkerque puede verse cómo la carga de bombas de los aviones no se termina nunca.


Otro error, por seguir con el análisis “aéreo” del film, si se me permite la expresión, resulta de la escena en que, habiéndonos situado en el año 1943, se anuncia un bombardeo masivo sobre Londres que, posteriormente, podemos contemplar. Ello supone un clamoroso error de documentación por cuanto los bombardeos alemanes sobre Londres ya habían cesado un año antes al menos.

Ya en tierra, un clamoroso traspié se comete cuando al coronel Jurgen de la Wehrmacht aparece repentinamente al mando de un blindado con un uniforme de comandante de blindado de las Waffen SS. Algo inexplicable. Más aún cuando, quizás por la facilidad de obtención del material, dirige una división de Panzers americanizados como el M24 Chafee o el M26 Pershing.

Por lo demás la plaga de errores se percibe, quizás más en el pequeño detalle. Así podemos ver cómo unos pocos soldados aliados destruyen una fuerza de entera de blindados alemanes, de los que algunos incluso se rinden sin entrar en combate; también observamos cómo en ese mismo combate, un pequeño contingente de paracaidistas salta en medio del fuego cruzado (algunos con coloridos paracaídas) y no sólo salen indemnes sino que dan un giro decisivo a la batalla (¿con qué armas?).

LA FRASE. “Perdóname, señor, pero ¿qué es una pequeña mentira en estos tiempos?” (Prelado parisino). Creo que es una frase que, sacada de su natural contexto eclesiástico, nos debe llevar a una honda reflexión para separar lo que en la Segunda Guerra Mundial fue fruto de la propaganda y lo que no, siempre obviando todos los prejuicios. Es algo que en los tiempos actuales sigue siendo válido y vigente. Pensar por uno mismo siempre ayuda a evadirnos de esas pequeñas mentiras que, de piadosas, tienen poco.


PARA QUIEN. Después de todo lo dicho es de esperar que el ávido lector crea que no se recomienda a nadie esta pseudo-película bélica de un pseudo-trasfondo histórico. Se salvan las escenas de los bombardeos aéreos con las vistas desde los He 111 para los que gusten de este tipo de escenas y la traca final de los blindados a duras penas, para los aficionados a los tanques. Casi dos horas de película que apenas ofrecen cosas que ver.


VALORACIÓN. Estamos ante una producción típica setentera cuyo pretexto era realizar una visión acerca de diversos episodios de la contienda bajo la excusa de una reunión de amigos, objetivo que a su equipo de producción le vino un poco grande de talla a todas luces. Como nota curiosa puede señalarse la presencia de George Peppard, más conocido en el mundo del cine por su papel de Aníbal Smith. Por lo demás poca originalidad en lo creativo, mediocre en lo técnico, baja calidad en las actuaciones y un resultado tosco en general; sería este un buen resumen de los que “De Dunkerque a la victoria” ofrece al espectador. Tiene un poco de todo pero no tiene nada.

lunes, 7 de marzo de 2011

LA BATALLA DE INGLATERRA (BATTLE OF ENGLAND)


SINOPSIS. Corre el año 1940. Tras la caída de Bélgica y la eminente derrota de las fuerzas francesas ante el avance alemán, la Real Fuerza Aérea inglesa (RAF) junto a todos los efectivos terrestres, deciden huir precipitadamente del territorio galo hacia su país antes de ser aplastados por la Luftwaffe. Los diplomáticos alemanes intentan evitar el enfrentamiento, a lo que los ingleses se niegan. Está a punto de comenzar la Batalla de Inglaterra.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Se trata de una película con muchos puntos plausibles, pero por encima de todos sobresale el gran trabajo en el aspecto fotográfico y escénico. Buena muestra de ello lo constituyen las increíbles grabaciones aéreas de los combates, de los campos de aterrizaje de la RAF bajo ataque y de las escuadrillas de aviones en formación así como las tomas subjetivas desde los aeroplanos de uno y otro bando que, en conjunto, hacen que el espectador pueda ver la batalla desde el propio centro de la misma. Y si a ello sumamos la calidad del material bélico con que se trabajó y su carácter documental bastante objetivo con que se hizo no hacemos sino redondear un resultado ya de por sí sobresaliente. No puede pasarse por este punto sin hacer mención de las últimas escenas de combate en las que los sonidos de las ametralladoras, explosiones, gritos y aviones de ambos bandos cayendo en barrena son sustituidos por música clásica; sencillamente genial. Y todo ello sin aderezos digitales, hecho de un modo artesanal pero que, sin embargo alcanza un resultado de lo más logrado y que no ha de guardar ningún tipo de envidia a las más modernas producciones sobre las batallas aéreas. No cabe duda: una de las mejores películas sobre este tipo de combates.


LO PEOR DE LA PELICULA. Al margen del buen resultado que en general, su director, Guy Hamilton, no fue capaz de cerrar la película sin dejar cabos sueltos, lo que, dado lo cualitativo del film, se hace notorio. Un buen ejemplo de ello es la historia de amor entre el oficial de la RAF y su esposa, oficial sanitaria, y ello no sólo porque no termina de encajar ni en el carácter documental de la película ni en su trama, sino porque su relación no resulta creíble y no consigue llegar al espectador, ni mucho menos emocionar desde el punto de vista de las penurias de la guerra, lo que se advierte claramente que era el fin de su inclusión. Otro ejemplo de que el resultado no está del todo pulido es el final que, después de todo lo mostrado a lo largo de las dos horas de película, resulta inconcluso y ciertamente decepcionante, aunque se compadezca bastante con su impronta documental.

 COMPARACIÓN.La comparación más obvia es con su homóloga del frente del Pacífico “Tora! Tora! Tora!”. Es cierto que las diferencias temáticas son marcadas dado que no se trata del mismo frente pero la impronta documental de ambas, su calidad técnica en cuanto al material usado y la belleza de sus imágenes de combate son de lo mejor que ha dado el cine. Pueden considerarse, sin temor a equivocarse, que en lo que a la recreación de los combates y modelos de aeroplanos se refiere las dos mejores obras jamás hechas. No obstante la versión del Pacífico está un punto por encima en lo técnico dado que roza la perfección no sólo en los aviones utilizados sino que la diversidad cualitativa se hace extensiva a todo tipo de material (acorazados, portaaviones, carros de combate, etc). “La batalla de Inglaterra” está en cuanto a diversidad y calidad de los materiales un escalafón por detrás de aquella del mismo modo que en el carácter documental de la misma. Sin embargo el modo de estructurar la trama y el guión hacen que sea un punto más entretenida puesto que tiene un grado cinematográfico más que “Tora! Tora! Tora!” en detrimento del detallismo histórico del que ésta hace gala. Si nos ceñimos estrictamente al tema de la Batalla de Inglaterra, el parecido más resaltable es el que guarda con “Un mundo azul oscuro” en el que se relatan los sufrimientos y la desconsideración sufrida por los pilotos checos de la RAF, hasta que fueron necesarios, algo que, por otro lado, vemos reflejado en la escuadrilla de pilotos polacos en la película de Guy Hamilton.


HISTORIA. La Batalla de Inglaterra es uno de los episodios que resulta más controvertidos de la contienda. De facto, suele argüirse que su resultado supuso para Reino Unido la no invasión por parte de Alemania y la salvación del país. Constituyó, a causa de un error alemán, el inicio de la saga de bombardeos sobre civiles.

Cabe señalar que, en lo que toca al orden cronológico de los hechos iniciales, la cinta yerra y, como consecuencia, trastoca los hechos. En la secuencia real, Hitler nunca tuvo el propósito de invadir Inglaterra y sólo ante la persistente y reiterada negativa de Inglaterra a pactar un armisticio, decidió iniciar la ofensiva sobre Inglaterra. No obstante, el axioma de que “Hitler quería invadir Inglaterra” repetido hasta la saciedad, no es cierto. Es verdad que la Wehrmacht tenía unas fuerzas superiores, toda vez que Inglaterra había perdido mucho material en Dunquerke y tenías las fuerzas dispersadas por su basto imperio. De hecho, el propio Montgomery afirmó que en aquel momento “sólo había material para equipar a una división”. No obstante, los ingleses tenían una baza en su favor, curiosamente, del lado alemán, ya que el almirante Wilhelm Canaris, al mando del servicio secreto alemán (la Abwehr) y uno de los mayores traidores de la Historia, exageró deliberadamente los informes acerca de las fuerzas inglesas.Pero, en sentido estricto, la real intención de Hitler nunca fue el atacar Reino Unido, ni mucho menos el invadir este país. Tres hechos son los que muestran esta circunstancia.


En primer lugar, la orden que dio expresamente al impetuoso Guderian (a pesar de los deseos de éste) de no aplastar a las fuerzas que quedaban de la BEF en la bolsa de Dunquerke y permitir su reembarque como un gesto de buena voluntad hacia el pacto de no agresión que buscaba con los ingleses (un oficial inglés en la película manifiesta no entender el porqué Hitler detuvo el avance alemán), hecho que la historia ha disfrazado de error militar u otras falsedades similares. Hitler buscó la paz hasta la saciedad, ya fuere por vía gestual (como el episodio de Dunquerke) ya por vía diplomática (como de modo anecdótico vemos en la película la negociación a la que el embajador británico en suiza no accede). El propio Hitler afirmó en su día que, pese a ser el vencedor, se puso a Inglaterra unas condiciones tales que parecía que la derrotada hubiese sido la propia Alemania. De la búsqueda de la paz hace fe el viaje suicida del secretario de Hitler, Rudolf Hess, para negociar un pacto de no agresión con el Conde Halifax; sin embargo, fue detenido en Escocia y, acabada la guerra, condenado como un criminal de guerra. Churchill, mientras los nacionalsocialistas buscaban parar la guerra para evitar muertes innecesarias, sin embargo, persistía en el aniquilamiento de Hitler y el nacionalsocialismo con sus famosas “lágrimas y sangre” y su “combatiremos en las playas”, al tiempo que la BBC emitía reportajes propagandísticos rechazando la paz con Alemania.

En segundo lugar, las altas instancias alemanas y el propio Hitler consideraban a Reino Unido y su gran imperio un contrapeso elemental en la estructuración del mundo, y esperaba que, ocupada toda Europa por sus ejércitos, adoptase una posición razonable y ecuánime. De caer Reino Unido, caería el imperio y si caía el imperio, la India quedaría absolutamente a merced de Stalin y las fuerzas soviéticas.

Tercero, que, como se puede observar en la película, la Luftwaffe no tenía bombarderos adecuados para atacar Reino Unido dado que los Heinkel He111, por ejemplo, apenas tenían un rango operacional suficiente como para alcanzar más que una pequeña fracción de Inglaterra, lo que hace poco creíbles las tesis que defienden un bombardeo masivo del país. Eran, sencillamente, inadecuados para tal propósito. Además, por ende, es manifiesto que al poco de invadir Francia, comenzaron los preparativos de lo que años después se llamaría el Muro del Atlántico, esto es, un perímetro defensivo (subrayo, defensivo) que iría desde Noruega hasta la frontera francesa con España. Un medio defensivo tal no tendría sentido si se tiene el objetivo de invadir Reino Unido.

Por lo demás, es cierto que las posibilidades de invasión por mar de Inglaterra (denominada Operación León Marino) fueron prontamente desechadas, aunque en “La Batalla de Inglaterra” vemos que se habla abiertamente de la invasión. El estudio realizado por el alto mando de la Wehrmacht, por medio de Franz Halder, teorizaba sobre la posibilidad de desembarcar en diversos puntos (como Kent, Sussex o Dorset); el problema es que el propio Halder afirmaba, ignorante de la inestabilidad climatológica de la zona, que cruzar el Canal de la Mancha era como cruzar el Mosa, pero a gran escala. Pero, el gran almirante Raeder, máximo mandatario de la Kriegsmarine, sabía que ese plan era inconcebible puesto que mantener semejante número de cabezas de playa era impensable, toda vez que la Royal Navy estaba prácticamente intacta. Además, la Wehrmacht carecía de barcazas de fondo plano para el transporte de tropas, y las que se consiguieron necesitaban ser adaptadas para poder llevar blindados y requerían un motor adaptado. Demasiado tiempo para algo que, de requerirse, se precisaría de inmediato. Es por ello que lo más lógico es pensar que la Operación León Marino se llevaría a cabo por aire, y no por mar, dada la larga experiencia de las fuerzas aerotransportadas alemanas (véanse las operaciones en Creta o Eben Emael) y el diseño de aparatos tan colosales como el Messerchmitt 321 al efecto.


Por último vemos en el film como la clave de la derrota de la Luftwaffe está en el cambio del objetivo de las bases aéreas de la RAF por las ciudades desencadenó en la derrota alemana. El coste de doblegar las fuerzas aéreas británicas había sido alto pero, justo cuando la balanza cedía lenta e inexorablemente a favor de los alemanes, dado que los ingleses se quedaban sin pilotos y sin aparatos, un fatal error de un bombardero alemán que se había desviado de su rumbo dejó caer bombas sobre Londres pese a la orden expresa de no atacar las ciudades. El error desencadenó el ataque de los ingleses sobre Berlín. He aquí que comenzaba la masacre indiscriminada de bombardeos sobre las ciudades y los civiles, faceta de la que sería un instigador y pertinaz defensor el criminal almirante inglés Edward Harris. Sin embargo, de estas masacres nada se dijo ni a nadie se inculpó en Nuremberg, ratificando aquello de que “crímenes de guerra sólo era aquello que hacían los alemanes”.

APARTADO TÉCNICO. Realmente sobresaliente dado que es evidente que el equipo técnico hizo un trabajo documental excelente: la calidad de los aviones en cuanto a los modelos y a su decoración así lo prueban. El duelo del Supermarine Spitfire contra Messerschmitt Me109 (respecto al que no era técnicamente mejor) entorno a los bombarderos Heinkel He111 se recrea de una forma impresionante pero que se complementa con secuencias en las que vemos cómo los más noveles pilotos cometen fatídicos errores (“no vuelen en línea recta más de 30 segundos” insiste un oficial inglés). A los mencionados aviones vemos cómo les acompañan en la película algunos aviones Junkers Ju87 (con el mítico sonido de sirena en el ataque), Junkers Ju52 o vehículos como camiones Bedford, algún que otro Kubelwagen o las baterías antiaéreas de doble MG34. Por otro lado se aprecia, como en pocas películas se hace, el papel jugado por los primitivos radares y las trazadoras sin las que la derrota de la RAF hubiese sido segura.


Una curiosidad de la película reside en los Messerschmitt que, pese a su buen semblante y al excelente papel que hacen, no son tal. En realidad el modelo utilizado en la película es el Hispano Aviación HA1112, que presenta notables diferencias con aquel. La historia de este modelo es bastante curiosa. Finalizada en 1936 la Guerra Civil española, el general Franco, vista la eficacia y bajo coste del modelo, decide modernizar la fuerza aérea española, a cuyo efecto compra a Messerschmitt y al Gobierno alemán los derechos sobre el diseño industrial y las guías, comprometiéndose aquellos al envío de las piezas modelo y los manuales de construcción. Sin embargo, llegada la mayoría de las piezas, estalla la Segunda Guerra Mundial, lo que provoca que parte de las piezas del Messerschmitt Me109 Ausf A no lleguen a España. Es por ello que los ingenieros de Hispano Aviación deciden adaptar el modelo a su modo sin esperar las piezas incorporando, entre otras piezas, una toma de aire inferior más acusada que la del Me109; de ahí que las adaptaciónes españolas del Messerschmitt Me109 hayan pasado a la historia popularmente como “Buchones”.


ERRORES. Se manifiestan sobre todo en el aspecto técnico. Es obvio que limitar la Batalla de Inglaterra a una lucha de Heinkel He111, Spitfire y Messerschmitt Me109 es un error. Sobre todo si tenemos en cuenta que el tributo que se le rinde al Spitfire es exagerado dado que, por ejemplo, el modelo Hawker Hurricane, pese a su inferioridad técnica y dada su cuantía, se estima que derribó tantos aviones alemanes como todas las demás defensas aéreas juntas y, sin embargo, su paso por el la película es anecdótico. Por otro lado, la ausencia de ciertos modelos en la contienda como el Me110 o el Ju88 hacen un tanto superficiales e iguales todos los encuentros. Otros errores mencionables son los aviones que despegan para el combate que, en algún caso, no lleva armas puesto que las aperturas para la salida de las ametralladoras están tapadas. Puede mencionarse como error el reflejar a un piloto de la RAF destruyendo a un Ju87 desde la posición de cola de este dado que lo que los pilotos ingleses sabían era que esa era la peor posición para acometer al mítico cazabombardero alemán porque en esa dirección se situaba el artillero de cola que, al no tener que pilotar, únicamente tenía el propósito de destruir a todo aquel que se situase detrás. También podemos ver un semioruga americano M3 como vehículo de la Wehrmacht, lo cual es extraño desde el punto de vista de que los americanos no habían entrado en la contienda aun.


LA FRASE. “El radar es vital, pero no derribará aviones”. Esta frase, al tiempo que socarrona, en lo que a la película respecta muestra mejor que nada lo que la Batalla de Inglaterra fue: pone de relieve la importancia que para los ingleses supuso el radar pero mucho más la importancia de los pilotos, de los que Inglaterra carecía para combatir a los experimentados pilotos de la Luftwaffe. El sacrificio de cientos de jóvenes y extranjeros, menospreciados por sus compañeros (“un mono pilotaría mejor que ese” afirman dos pilotos acerca de un novato) con beneplácito de Churchill sirvieron para mantener una costosa lucha por no querer firmar la paz. Es lo que se llama una victoria pírrica pese a que “en la historia de los conflictos humanos, nunca tantos habían debido a tan pocos”.


PARA QUIEN. Los aficionados a la aeronáutica tienen en ésta, como en “Tora! Tora! Tora!” una película para enmarcar y de visionado obligatorio pero que, no obstante, dada la buena factura general se recomienda para todos los públicos además de su carácter documental. Un clásico en todos los aspectos, digno de ver salvo para quienes busquen intrigas amorosas de las que, aunque no carece, no acaban de convencer.


VALORACION. Si pusiésemos en una balanza lo bueno y lo malo de esta película es obvio que los aspectos positivos superarían con mucho los aspectos negativos, pero queda la duda de saber si, de haber desarrollado mejor la trama y subsanado los errores mencionados, no estaríamos ante una obra maestra del cine en general. En lo documental no puede discutirse que lo estamos, sobre todo por esa objetividad procurada que se agradece tanto en el cine. Por lo demás, es digno de mención la participación importante que España tuvo en la producción de la película, que no se limita a los HA1112, sino que muchas de sus escenas fueron rodadas en tal país. En general, y para concluir, creo que películas como ésta, por el buen y gran trabajo que se le supone detrás, merecen un sitio importante en la historia del cine bélico bien que el paso del tiempo silencie su nombre. Espero que este espacio sirva, aunque simbólicamente, como tributo.