SINOPSIS. Película basada en la novela del mismo título de
Pierre Boulle. A un campo de prisioneros ubicado en medio de la selva
tailandesa llega, en 1943, un numeroso grupo de prisioneros ingleses mandados
por el coronel Nicholson (Alec Guinness). No tarda en enemistarse con el
coronel Saito (Sessue Hayakawa), al mando del campo de prisioneros, por su modo
de gobernar el campo y sus polémicas medidas, sobre todo por los trabajos
forzados de los oficiales en la construcción de un puente sobre el río Kwai, algo
prohibido por la Convención
de Ginebra. La abnegación de Nicholson lleva al coronel nipón a adoptar todo
tipo de medidas con el inglés lo que dará lugar a una curiosa evolución en su
relación. Entretanto, el mayor Shears (William Holden) de la armada americana, hecho
prisionero tras la batalla del estrecho de Sonda, intenta fugarse a toda costa
del campo teniendo tal intento un sorpresivo resultado y que él no se espera.
LO MEJOR DE LA PELÍCULA.
Al hallarnos ante un clásico de clásicos se hace difícil
concretar un aspecto que resulte más notable que otro, dado que lo que hace de
esta película un referente es la combinación de todos los detalles presentes en
ella. Precisamente por ello, creo que no es equívoco señalar a este respecto el
trabajado ritmo narrativo como el más destacable: la simple trama inicial
reducida al campo de prisioneros transmuta en una diversidad escénica sin que
el espectador pierda ni la más mínima noción del desarrollo de la película. A
ello contribuye, obviamente, el gran reparto con Alec Guinnes a la cabeza, pero
también con unos actores secundarios que realizan un papel muy correcto, y la
ambientación general conseguida a base de rodajes en parajes selváticos
inhóspitos. No puede pasarse por el análisis de lo mejor de este clásico sin
mentar, al menos, la adaptación “silbada” que los sucios y macilentos soldados
británicos hacen de la “Marcha del Coronel Bogey” a su entrada en el campo de
prisioneros y que ha pasado a ser una de las más rememoradas escenas del cine
bélico. Tampoco pueden olvidarse los pequeños diálogos y detalles de tono humorístico
que riegan toda la película (véase el calendario con la sugerente chica en el
despacho del cruel e inflexible Saito).
LO PEOR DE LA PELÍCULA.
Quizá por la misma y esencial razón de que se trate de un
clásico, haciendo el ejercicio de una mirada retrospectiva desde el cine
actual, ciertos acontecimientos de la trama o comportamientos de personajes
resultan un tanto previsibles, hecho que trastoca la incertidumbre y la
atención generada a medio de otras circunstancias en el espectador. El ejemplo
más evidente es el soldado Lloyce, integrante de un comando británico, el cual,
para formar parte del mismo, es preguntado acerca de su capacidad para, llegado
el caso, utilizar el cuchillo para matar sin contemplaciones, ante lo que el
joven Lloyce se muestra dubitativo. No hace falta ser un visionario para intuir
lo que los acontecimientos le van a deparar.
COMPARACIÓN. Durante los años cincuenta, sesenta y, en menor
medida, setenta del pasado siglo el cine de aventuras de ambientación bélica
era una constante temática. Las hazañas de grupos de asalto u osadas
infiltraciones en las líneas enemigas eran una fuente de éxito casi segura,
algo a lo que David Lean, el director, no fue ajeno. En este sentido, “El
puente sobre el río Kwai” fue de las pioneras no sólo en cuanta al hecho de
tratar esa temática sino también por imbuir el tema de los campos de
concentración aprovechando aquella moda y otra suerte de cuestiones (como los
dilemas psicológicos del soldado Lloyce). Así, los parecidos que resultan son
diversos en cualquiera de ambos temas: “Comando en el Mar de la China ”, “Prisioneras deguerra”, su propia y discreta sucesora “El regreso del río Kwai”, o, en el
frente occidental, “El desafío de las águilas” o “La guerra de Hart”. Es
precisamente ésta última respecto a la cual se atisba un parecido notable por
no hablar ya de inspiración directa en la producción de David Lean. Ello
resulta evidente en el enfrentamiento del oficial americano y el comandante
alemán que puede observarse en “La guerra de Hart” cuya evolución, como en “El
puente sobre el río Kwai”, va marcando el devenir de los acontecimientos. No
obstante, el enfrentamiento de Nicholson y Saito desprende una mayor carga
psicológica, convirtiéndose en un pulso constante y tenso entre la obstinación
del primero y el autoritarismo del segundo, escena tras escena y que casi se
puede adivinar en cada mirada.
HISTORIA. Aunque en el film prescinda de las circunstancias
puramente históricas so pretexto de centrarse en el desarrollo de la novela de
Pierre Boulle, se hace necesario una concisa contextualización que permita
conocer las circunstancias en las que se mueve el film, más allá de la recreación
de la construcción del puente sobre el río Kwai, efectivamente construido, hoy
reconstruido en acero.
En la época recreada por la película, esto es, mediados del
año 1943, Siam (la actual Tailandia) era ya un estado aliado a Japón (lo era
desde 1942) y, por lo tanto, integrado a medio de este en el Eje Roma – Berlín –
Tokio, al igual que muchas de sus vecinas naciones como Birmania, países que
abrazaron las promesas de guardar la independencia que los japoneses les
ofrecieron como contraprestación. Japón, en su ánimo de controlar el sureste
asiático comenzó a dotar a dichos territorios de infraestructuras de las que
favorecerse para el transporte de tropas y pertrechos para los amplios frentes
que mantenía en el sureste asiático continental, uno de cuyos muchos ejemplos
es el puente sobre el río Kwai.
Sin embargo, ese año, 1943, marcó el inicio del declive de
la expansión japonesa. Los numerosos frentes mantenidos, entre los que se
encontraban la prolongada guerra mantenida con China desde 1937 y la ocupación
de las diversas islas del sureste asiático, originaban un complejo entramado
estratégico para el abastecimiento. Por esa razón, los americanos en marzo de
1943 dieron inicio a la operación Cartwheel, cuya cabeza pensante era el mediático
general Douglas MacArthur, la cual tenía por objeto la captura de Rabaul
(Filipinas) para aislar a las fuerzas japonesas respecto a Tokio y cortar y
entorpecer el abastecimiento de sus tropas del sureste asiático, además de su
uso como base de operaciones. El éxito de tal operación, unido a la derrota de
los japoneses en la batalla naval del Golfo de Leyte (lo que hizo perder a los
nipones el territorio filipino) y la presencia cada vez mayor de tropas
americanas originaron un lento pero inexorable declive del imperio japonés.
En lo referente a los campos de prisioneros japoneses
resultan llamativas las condiciones de dureza reflejadas en el film,
simbolizadas en “el horno” una minúscula celda situada a pleno sol en la que el
coronel Nicholson es encerrado. Efectivamente, los campos de prisioneros japoneses
se hicieron famosos por el estricto régimen mantenido en su interior. No
obstante, a pesar de la rigidez normativa y las severas medidas adoptadas por
los oficiales japoneses en los métodos de trabajo, la mayoría de las muertes
eran provocadas por las condiciones naturales de los parajes selváticos en los
que los campos se situaban. Tanto en los campos como en el combate, las bajas
por enfermedades tropicales hicieron en todo momento menos mella en los
japoneses dada su larga experiencia en estos territorios, para cuya invasión
habían dispuesto de más tiempo de preparación, también en lo que a las
enfermedades respecta.
La querencia japonesa por imponer las condiciones más duras
en sus campos obedece a su diferente idiosincrasia para con el arte castrense y
no a una querencia gratuita por la muerte de los soldados británicos: para los
japoneses, tal y como Saito expresa en su discurso, la rendición es el
resultado más deshonroso para todo aquel que tenga la categoría de soldado y
que, por ende, al igual que la traición o la deserción, constituyen
comportamientos inaceptables e infames, por lo que no merecen ninguna suerte de
buena consideración. Sólo los definitivamente derrotados merecían mejor
consideración, en cuyo caso la benevolencia en el trato podría ser considerada.
Pero, a los ojos de los militares japoneses, el hecho de que los oficiales
enemigos fuesen los que diesen la orden tan ignominiosa de rendirse es lo que
daba lugar a la concurrencia de culpas y lo que originaba que a ellos se
extendiesen los trabajos forzados en régimen de castigo.
Los reproches de Nicholson a Saito aludiendo a la Convención de Ginebra,
aun siendo la conducta debida en tales circunstancias, son la excepción. Sobre
este particular, cabe señalar que los británicos no destacaron precisamente por
cumplir tales tratados respecto de los prisioneros de guerra ya que son
numerosos los ejemplos que constatan prácticas abominables que los británicos
llevaron a cabo; sirva de ejemplo la medida desesperada de denegar agua y
comida durante días a los soldados alemanes e italianos que fue adoptada por
las tropas del general Ritchie en el norte de África para obtener confesiones
acerca de los planes de Rommel (hecho del que este deja constancia en sus
Memorias). Algo que nada se compadece con los “mejores valores occidentales” de
los que Nicholson hace gala. Una vez más, la historia la cuentan los vencedores
que, por supuesto, siempre son los buenos.
APARTADO TÉCNICO. Lo llamativo de “El puente sobre el río
Kwai” es que logra erigirse en una de las grandes películas del universo bélico
cuando la dotación armamentística es realmente reducida o prácticamente nula. Podría
decirse que todo lo que se muestra son apenas tres o cuatro fusiles japoneses Tipo
38 que portan los guardias, otros tantos subfusiles Sten - Mark I en manos del
comando de asalto, un mortero y una ametralladora. Poco más. En otro orden de
cosas, sí es logrado el apartado de las indumentarias, tanto desde el punto de
vista de los harapientos uniformes de los prisioneros británicos como desde las
correctas vestimentas de los soldados japoneses o del comando de asalto,
pasando por la amplio vestuario mostrado por el coronel Saito, entre los que
sobresale el uniforme de gala que porta el día en que conmemora la victoria
japonesa sobre Rusia en 1905.
ERRORES. Pese a la grandeza del nombre de esta producción,
la época en que fue realizada obligaba prácticamente a la presencia de errores,
toda vez que el cine bélico de entonces amparaba más su éxito en la trama
aventurera que formase el nudo de la historia que en criterios de exquisitez táctica
o técnica. Por ejemplo, a este respecto puede observarse como lo japoneses
introducen en el campo una ametralladora Vickers, típica del ejército británico,
para coaccionar a Nicholson que, si bien pudiese tratarse de una capturada, es
exagerado el propósito para el que se la trae al film. Por otro lado el Sten -
Mark I se hace obsoleto para el año 1943 como para ser portado por un comando
de asalto. Ya desde una perspectiva de lógica hay piezas que no terminan de
encajar en el desarrollo. Así, cuando la película da apenas inicio podemos ver
como Shears está procediendo al entierro de un compañero en el cementerio del
campo, al tiempo que lamenta las constantes muertes que se producen por las
inhumanas condiciones del campo y por el inclemente coronel Saito (al que alude
como si de una enfermedad más se tratase); paradójicamente, durante los meses
que duran los trabajos en el puente apenas mueren un par de prisioneros. Otro
error de lógica puede apreciarse en una de las reuniones que en su despacho
mantiene el coronel Saito con Nicholson tras haber sacado a este del “horno” en
el que había permanecido durante días sin apenas haber comido o bebido: a pesar
del fatigoso e irregular paso que realiza, fruto de su duro y largo encierro, resulta
llamativa la fortaleza que presenta, hasta en su voz, una vez da un par de
sorbos a un vaso de whisky al que Saito le invita.
PARA QUIEN. Sencillamente para todos los públicos. Aun tratándose
de un clásico del cine, con sus manidos temas y su defectos, constituye una
buena muestra del cine bélico bien hecho y sin tergiversaciones malévolas ni
voluntad de adoctrinamiento. Una entretenida historia que merece ser vista y
disfrutada de principio a fin. El contenido histórico, dada su escasa
contextualización, es bajo, como también lo es la escasa presencia de la temática
amorosa. Es precisamente eso lo que consigue dar un logrado resultado final en
los demás temas.
VALORACIÓN. Las diferencias que, a título de curiosidad,
mantuvieron el autor de la novela y los guionistas del film, también en las
recogidas de los diversos premios, podrían haber hecho añicos el renombre de
esta producción. Sin embargo “El puente sobre el río Kwai” ha perdurado como uno
de los grandes clásicos no ya del cine bélico sino del séptimo arte en general.
Aun teniendo en cuenta la pobreza obligada por las circunstancias en algunos
puntos del film, el resultado final es una película fantástica que no ha hecho
sino sobrevivir al paso del tiempo de una forma notable. El final, sorprendente
y lleno de acción constituye la guinda para una gran película.
Un clásico, sin duda. Y no me había dado cuenta hasta ahora del detalle: para ser una película bélica, hasta pocas armas se ven.
ResponderEliminarPor cierto, siempre me cayó mejor Saito que el coronel británico. ¿Seré un poco anglófobo?
Buenas malatesta.
ResponderEliminarPrecisamente el detalle de la ausencia de armas unido a los grandes toques de humor son lo que hacen si cabe más reseñable este título. Lo de empatizar con el coronel Saito es algo que también he vivido, quizás porque su cometido era sencillamente cumplir con la construcción de un simple puente mientras que Nicholson se afanaba en cumplir la legalidad internacional. Y en la contienda ambos sabemos que era más fácil lo primero que lo segundo; no es tanto una cuestión de anglofobia ;). Gracias por el comentario.
Un saludo.
Buenas Wittman
ResponderEliminarPersonalmente lo que más me gusta de esta película es el duelo de personalidades entre Saito y Nicholson. Ambos son hombres duros, de fuertes convicciones y, cada uno a su manera, un fuerte sentido del honor. Y es precisamente el honor y el orgullo de Nicholson lo que le lleva finalmente a empeñarse en construir el puente, hasta el punto de que acabará identificando dicho puente con el honor del Imperio Británico. Ah, y por cierto, destacar una de esas secuencias míticas de la historia del cine: la llegada de los prisioneros británicos al campo bajo la melodía de "La Marcha del Coronel Bogey" (el famoso "silbidito").
Saludos
Buenas von Kleist.
ResponderEliminarNo puede negarse el papel central que desempeña el duelo de personalidades de ambos coroneles. De facto, toda la trama y su desarrollo giran entorno a dicho duelo así como el espectacular final, consecuencia directa de la evolución del enfrentamiento. La melodía que comentas la había introducido, como no podía ser menos, en el apartado dedicado a lo mejor de la película.
Saludos.
Creo que el "El puente sobre el río Kwai" es la precursora de otra gran película de trama parecida: "Feliz Navidad Mr Lawrence"
ResponderEliminarLos parecidos y paralelismos entre ambas cintas son más que evidentes en la ambientación, pero también en la lucha antagónica entre los carceleros japoneses y los prisioneros aliados. No sabría decir cuál de las dos películas me gusta más, pero ésta, desde luego, es todo un clásico.
Saludos
Buenas Apañó.
ResponderEliminarY yo creo que, por el buen hacer en cuya línea se mantiene la tónica general de la cinta, es precursora de muchas otras. La que mencionas todavía no he tenido oportunidad de verla, pero a la hora de realizar las comparaciones me vi abrumado ante la cantidad de parecidos que encontré en otras películas, ya sea en temática, escenas, diálogos, etc. Un referente, sin duda.
Gracias por el comentario. Un saludo.
Un título apetecible si bien es más conocido por la banda sonora que por la película en sí. Recuerdo que sirviendo en la Guardia Real tuvimos un intercambio con tropas de la Guardia Real Británica y estuvimos tocando "Coronel Bogey" a todas horas, en todos los actos hasta el punto de ir silbándola mientras la tocábamos.
ResponderEliminarUn saludazo.
Buenas C S Peinado.
ResponderEliminarUn placer verte por aquí. Sin duda una anécdota digna de traer a colación por la repercusión que el "silbidito" ha alcanzado. Tanto es así a no sabría decir si la película ha dado fama a la melodía o a la inversa.
Un saludo.
Un clasico,pero como tema belico-campo prisioneros "feliz navidad mr lawrence" es como algo mas creible,ah enhorabuena por el blog lo he encontrado hace poco.Un saludo desde Valencia.
ResponderEliminarBienvenido Palleter.
ResponderEliminarGracias por el comentario y también por el elogio. La verdad es que el temita de los campos de prisioneros o campos de concentración da mucho de sí, pero es difícil encontrar películas en las que no se incurra en el maniqueísmo habitual a la hora de tratar estos temas, y mucho menos en el cine actual, tan propendente a la sensiblería comercial. Y eso es lo que precisamente hay que agradecer a "El puente sobre el río Kwai": que haga un buen retrato del campo y que se trate el tema sin más pretexto que el de desarrollar la película.
Ya te digo que aquello resultó chocante hasta el punto, en mi caso, de andar tocando el tambor y silbando la dichosa cancioncita. Luego resultó que era una canción popular de ejército britanico. Una curiosidad que crea escuela.
ResponderEliminarUn saludazo.