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martes, 28 de diciembre de 2010

DOCE DEL PATIBULO (THE DIRTY DOZEN)


SINOPSIS. Perseguido por enormes críticas de sus superiores respecto a sus actuaciones en el campo de batalla, Reisman, mayor del ejército americano, recibe la misión de instruir a un grupo de soldados convictos en la prisión militar de Marston (Londres) por delitos graves para atacar un castillo alemán en tierras francesas. Por suerte para todos, las resignadas y rebeldes conductas de los presos no suponen una dificultad añadida para el extrovertido carácter de Reisman.

LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Encabezado por un genial Lee Marvin en el papel del Mayor Reisman, el reparto, en su gran mayoría, tiene una actuación sobresaliente. Los presos (interpretados entre otros por Charles Bronson o un tan joven como genial Donald Sutherland) muestran una férrea resignación ante el destino que les espera y sólo Reisman con su particular modus operandi consigue reconducir tales conductas a la de unos soldados dignos de tal condición. Es quizás en ese punto, en la contraposición de la resignación para con su destino de los presos y la extraordinaria (en lo bueno y en lo malo) forma de instruir y dirigir a sus soldados de Reisman donde el film muestra su punto más fuerte pues transmite la real sensación de que la unidad que forman puede dejar de serlo en cualquier momento por las fricciones que surgen entre ellos. Al respecto del carácter de Reisman me permito rescatar un par de frases del film que pueden dar una idea certera en lo que toca a este personaje, la primera de ellas del General Denton que, pese a ello, decide confiarle el objetivo: “Es el oficial más maleducado e indisciplinado que he conocido”, “Es un payaso indisciplinado”.


LO PEOR DE LA PELICULA. Pese a encontrarnos ante uno de los clásicos con mayúsculas del cine bélico sus carencias como película no son precisamente minúsculas y, en mi opinión, lastran mucho el resultado final. Por una parte, aunque el hecho de utilizar presos le confiere una impronta novedosa, el tema de la misión tras las líneas enemigas, bien que de moda en la época, resulta bastante repetitivo, y más aun si se tiene en cuenta el resultado final. Por otro lado, aunque la película nos muestra grandes y geniales escenas de humor, por momentos se abusa de la carcajada gratuita y sin sentido, lo que hace que la correcta línea de la película en cuanto a su factura general se desdibuje por momentos y haga distanciarse en cierto modo al espectador. El casualismo a ultranza, por otra parte tan típico en las obras cinematográficas contemporáneas, es demasiado notorio, por ejemplo, en la escena en la que suplantan a los oficiales alemanes, cuyos trajes son de la exacta medida y talla de los hombres de Reisman, los cuales a su vez se caracterizaban por la gran diferencia de estatura entre unos y otros. Un último punto criticable, si bien en menor medida, es el hecho de que el metraje se hace un poco largo pero no por contener escenas innecesarias, sino por hacer que ciertas escenas necesarias y precisas al objeto de la trama se alarguen en demasía (por ejemplo los eternos finales de escena con los personajes riéndose durante un buen rato). A título personal me permitiría añadir como aspecto crítico la traducción al castellano del título original como “Doce del patíbulo”; creo honestamente que una traducción como “Una docena de sucios” sería más adecuada al contenido. Supongo que los más fieles seguidores de las aventuras del Mayor Reisman compartirían el criterio.

COMPARACIÓN. Es necesario señalar que en cuanto a la trama los parecidos son innumerables dado que este film se encuadra en una época en la que el cine bélico de moda era el de las misiones imposibles tras las líneas enemigas y así podemos encontrar un catálogo amplio de películas acerca del tema. “El desafío de las águilas”, “El último puente”, “Los cañones de Navarone” y otras son una muestra ejemplar de ello. Sin embargo no es difícil encontrar películas recientes que retoman tal argumento, como “Salvar al soldado Ryan”. No obstante la ventaja comparativa de “Doce del patíbulo” en relación con sus contemporáneas es obvia si atendemos a la perspectiva temática. El introducir a un grupo de presos desaliñados como coprotagonistas acompañando a su excéntrico oficial a la cabeza de la unidad en lugar de un grupo de ávidos, inteligentes, impolutos y fuertes soldados, confiere a la película una diferencia notable en lo que respecta al interés del espectador dado que ello es lo que hace que se distancie del axioma cinematográfico de la época. Este contenido sería rescatado con posterioridad en otras películas como “Los panzer de la muerte”. Por último he de mencionar que, asimismo, la terna de películas que toman como protagonista en sus escenas a un excéntrico personaje es variada; suele, en estos casos tomarse a líderes que pese a sus éxitos son criticados por su modo de operar, como es el caso de “Patton” o la figura de Steiner en “La cruz de hierro”.


HISTORIA. Aunque los menos, los pelotones de convictos realizaron en ambos bandos misiones diversas con el objetivo de conmutar sus penas pero ello constituía la excepción y no la regla general. Lo normal era que los convictos por delitos, sobre todo si eran de la gravedad de los mentados en el film, cumpliesen su condena dada la dureza de la doctrina penal militar de los contendientes aunque precisamente la existencia de la contienda era lo que permitía tal flexibilidad en la aplicación de las penas. En todo caso no es conocido que se llegasen a integrar unidades enteras de convictos, cosa que no sería lógica en atención al riesgo que ello conllevaría. Dicho esto, tres aspectos llaman poderosamente la atención en lo que a los hechos históricos se refiere.

En primer lugar, el hecho de que las mayores infiltraciones y gestas heroicas en acciones tras las líneas enemigas, ya no sólo en el frente, fueron protagonizadas por soldados alemanes, mayoritariamente cuerpos especializados de las SS. Sirvan como ejemplo el asalto al fuerte Eben Emael dirigida por el general Kurt Student o la denominada Operación Eich u Operación Roble en la que se liberó a Mussolini de su secuestro en el Hotel Campo Imperatore llevada a cabo por el capitán de las SS Otto Skorzeny y su adjunto Karl Radl. Pero, como en su día dijo un historiador argentino, como la historia la escriben los vencedores, ello conlleva no sólo que la escriban a su gusto, sino que escriban la realidad histórica del modo que les gustaría que hubiese acontecido.

Por otro lado, resulta cinematográficamente eficiente el hecho de que el reclamo sea el asesinato de oficiales alemanes, pero en términos militares es una aberración de la deontología de la conducta noble que se pueda esperar de un militar. El propio general Denton manifiesta su oposición a una operación que tenga una finalidad de tal guisa al considerar que “el deber de un buen soldado es llevar un uniforme y combatir en el frente”. Es un lugar común que, mientras se trate de alemanes es moralmente aceptable, incluso si acaban quemados y asfixiados en unas galerías cerradas, hecho que, siendo una alegoría mito del Holocausto, es la más triste manifestación de la hipocresía de la Historia, pues no quiero ni deseo imaginarme el destino de una película en la que los papeles fuesen invertidos: los alemanes como verdugos y los aliados como víctimas. La mitología de la historia oficial ya lo ha hecho, pero es el juicio de cada uno el que debe llevar a aceptar los hechos como tal o analizarlos correctamente.


Por último, aunque continuando el punto anterior, la sustracción por Reisman y sus hombres de las indumentarias alemanas permite traer a colación la historia de la Operación Greif. Tal como Reisman y sus hombres hacen en la película, el capitán alemán Otto Skorzeny y sus hombres se infiltraron, con uniformes americanos, en las líneas aliadas sembrando el caos y el desorden en sus líneas de suministros. Descubiertos el engaño, los americanos asesinaron al instante a muchos de los hombres de Skorzeny, al cual se le imputaron los cargos de intentar matar a Eisenhower y de utilizar uniformes americanos. Siendo la primera causa ridícula, aunque muy real para los aliados que doblaron la protección en el Alto Mando, el valiente capitán alemán no pudo negar la comisión del segundo de los cargos, que era un delito de guerra. No obstante, el testimonio del oficial inglés Yeo Thomas, quién afirmó que los ingleses ordinariamente utilizaban vestimentas de la Wehrmacht en sus operaciones, le descargó de toda culpa. La justicia militar, a veces tan estricta, a veces tan flexible. Lo curioso es que Skorzeny, para la Historia será el malo de la película.


APARTADO TECNICO. Es una película muy trabajada en este campo. Desde las vestimentas alemanas, perfectamente recreadas, pasando por ametralladoras de tipos varios (Browning, MG 42, etc.) hasta una amplia terna de vehículos, aunque nula de blindados, como Kubelwagen, varios Jeep, SdKfz 10, etc. permiten hablar de un buen trabajo técnico-documental.


ERRORES. A pesar del aceptable trabajo técnico de la producción, no pueden pasarse por alto dos errores, al margen de los puramente cinematográficos arriba citados. El primero de ellos, aunque menor, es el abuso de la utilización del camión Bedford, paradigma de las líneas de suministros aliadas, en manos alemanas, sobre todo cuando en el film se obsevan varios Opel Blitz intercalados entre ellos. Cierto es que podría tratarse de vehículos capturados pero es poco probable pues la invasión de Europa no había comenzado. El otro error reside en el uso y abuso del subfusil M3 en todas las escenas, no sólo en manos alemanas sino en manos americanas. Es cierto que se trata de un fusil americano que se diseñó, en principio para la guerra en Europa, copia del Sten inglés, pero al heredar los defectos y delicadez propias de éste, el Alto Mando aliado la rechazó en el frente europeo siendo utilizado el M1 Thompson en su lugar (o los MP40 alemanes capturados), lo cual a su vez provocó que las partidas de M3 triunfasen en el Pacífico dada la escasez de armas que allí padecían los Marines.


LA FRASE. “Mi nombre, para aquellos que puedan haberlo olvidado, es Reisman. Se han presentado ustedes voluntarios para una misión que les da sólo tres caminos a seguir. Pueden obrar de mala fe, en cuyo caso serán devueltos aquí y ejecutada su sentencia. Pueden desertar en combate, en cuyo caso y mismo les volaré los sesos. O pueden hacer lo que se les ordene y así seguir adelante. No deben tratar de escapar, no habrá excusas, no habrá apelación. Cualquier infracción cometida por cualquiera de ustedes significará la vuelta de todos y le ejecución de sus sentencias. Dependen los unos de los otros. Procuren no olvidarlo.” Soberbio discurso de presentación de Reisman a los convictos. Son varias las sentencias que Reisman deja a lo largo del guión pero opto por seleccionar esta porque se trata de una buena muestra de su carácter, al tiempo que es un buen compendio de lo que ofrece la película.


PARA QUIEN. Recomendable para los que gusten del buen cine bélico, pese a los defectos señalados, e ineludible para los que disfruten de las aventuras al estilo más clásico de los años 60 y 70. Las escenas de acción no son desdeñables por lo que quienes disfruten del cine de acción pueden ver compensadas las casi dos horas del film con el aceptable final de esta película.



VALORACIÓN. Personalmente, y pese a las buenas referencias recibidas acerca de éste film, no puedo hablar de decepción aunque sí de un resultado un tanto descafeinado. Se trata de un buen film, pero no tanto como cabía esperar. Lo novedoso de la perspectiva de los prisioneros  y la incertidumbre de sus reacciones es lo que mantiene el interés constante. Recuerda, salvando las diferencias, a las aventuras homéricas en la que el eficaz pero desconsiderado Aquiles, que podríamos personalizar en Reisman, y sus hombres, cumplen con dedicación y a su modo su lucha contra los troyanos, lo cual no era siempre del gusto del rey Agamenón, quien bien podría simbolizarse en el Alto Mando y los Generales superiores de Reisman. En fin, un clásico, pero un clásico con minúsculas.