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viernes, 9 de septiembre de 2011

REBELION EN POLONIA (UPRISING)



SINOPSIS. Polonia, año 1939. La ofensiva sobre este país por parte de Alemania da lugar al inicio de la contienda más grande de la Historia. El ejército polaco se desmorona y los alemanes toman la capital y concentran a 300.000 judíos de la ciudad en un área concreta de la misma, conocida como “gueto de Varsovia”. Pronto, con el paso del tiempo, empiezan a surgir brotes epidémicos y los alemanes comienzan su política de traslados masivos de la población del gueto. Sin embargo, un minúsculo grupo de  judíos encabezados por  los profesores Mordechai Anielewicz (Hank Azaria), Yitzhak Zuckerman (David Schimmer) y el joven Tosia Altman (Leelee Sobieski) forman un grupo de resistencia, la Organización de Lucha Judía (OLJ) que, desde la clandestinidad y pese a la oposición del Consejo Judío y su líder Czerniakow (Donald Sutherland), intentará plantar cara a los alemanes a cualquier coste.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Sin duda el hecho de que pese a tratarse de un telefilm, tiene unas dosis de  creatividad en lo escénico así como un aceptable trabajo en lo argumental que para nada han de guardar envidia a muchas de las producciones que se dan por estos lares del cine bélico. Los escenarios interiores alcanzan un nivel cualitativo notable ya que consiguen transmitir el ambiente claustrofóbico de los búnkers en que se habían convertido los edificios; los exteriores, aunque menos trabajados y más escasos, consiguen complementar perfectamente a los anteriores, dando a la película un perfecto contexto espacial en el que los personajes se mueven y desplazan constantemente por la capital polaca desarrollando la trama argumental de una forma muy dinámica.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Hay muchos elementos que restan méritos a esta producción. Principalmente la mayor desventaja se asienta en el fatal manejo de los tiempos de la trama y del ritmo del metraje, sobre todo en relación con el contexto histórico. Así, el tramo inicial del filme que nos muestra desde la pacífica Varsovia previa a la contienda hasta la rendición polaca apenas dura unos minutos; además las epidemias y el hambre, que en realidad fueron fruto de la larga contienda bélica y la carestía alimenticia propia de esta, en la película surgen ya con la entrada alemana en la capital, lo cual resta credibilidad al argumento de una manera considerable ya que rápidamente pueden verse caballos muertos cuya carne es devorada por pobres hambrientos. Sin embargo, la represalia alemana que consigue acabar rápidamente con los rebeldes acapara la práctica totalidad del film, lo que no es acorde con la realidad, dado que apenas duró un mes la resistencia. Además, todo ello no resulta verosímil toda vez que se le advierte al espectador de que se trata de una película basada en hechos reales, lo cual no se cohonesta con lo que se muestra. La violencia exageradamente gratuita, como tópico del cine bélico, de las fuerzas alemanas tampoco se entiende muy bien, como tampoco el perdido e inconexo papel del periodista alemán Hipler, que por momentos parece adolecer cierto retraso mental.


COMPARACIÓN. Aunque las reminiscencias que pueda evocar esta cinta son múltiples y diversas casi se hace imperativo el hacerlo respecto de aquella con la que guarda un parecido más evidente: El pianista, de Roman Polansky. Tanto “Rebelión en Polonia” (que es casi un año anterior) como aquella utilizan un mismo trasfondo histórico, como es la ocupación de una parte de Polonia por los alemanes, para el desarrollo de su trama argumental en la que tampoco difieren demasiado, ni en el fondo ni en la forma: se trata en suma de mostrar las duras condiciones de vida en la Varsovia de inicios de los años cuarenta a base gritos, llantos y pobredumbre. Aunque presupuestariamente “El pianista” estuvo muy por encima de la película de Jon Avnet, este logra introducir al espectador dentro del gueto con los rebeldes y sus condiciones de vida mientras que Polansky no llega, nunca mejor dicho, a entrar en el gueto y se limita a la visión exterior que Spilzman tiene. Sin embargo, las condiciones de vida de la capital polaca son, como se ha señalado, demasiado premurosas y exageradas en el telefilm.


HISTORIA. Los controvertidos hechos de la Varsovia de la Segunda Guerra Mundial exigen numerosos puntos de análisis, de los cuales sólo unos pocos van a ser tratados aquí, puesto que en tales temas hay películas que se prestan más a ello, y que espero añadir muy pronto al blog.

Aunque en la película no es objeto de tratamiento más que en un brevísimo periodo inicial y en el que sólo se constata mayormente por sonidos, es preciso hacer mención aquí del inicio de la contienda.


En términos propiamente históricos cabe señalar que la invasión de Polonia fue una consecuencia directa e inmediata, si bien diferida en el tiempo, del dictado de Versalles impuesto a Alemania tras la Primera Guerra Mundial. En un nuevo orden europeo establecido por los Estados Unidos, Reino Unido y Francia, a través del presidente Wilson, el “Prime” George y el presidente Clemenceau, se obligó a una Alemania, sin esta ser derrotada en los campos de batalla, a renunciar a buena parte de territorios históricamente alemanes, como Prusia Oriental y la ciudad de Danzig, y a cederlos para hacer renacer una nueva Polonia, a la sazón desaparecida un siglo atrás, creando un corredor o espacio territorio que separaba ambas naciones. Consecuencia: una Alemania no derrotada en el campo de batalla se veía desposeída de parte de su territorio, y millones de ciudadanos alemanes se veían súbitamente expurgados de su país y situados en una nación que no era la suya. El caldo de cultivo estaba creado. De todos modo, los gobiernos germanos, antes y durante el mandato de Hitler, intentaron llegar a un acuerdo pacífico con los gobiernos polacos, cuyo voto se veía condicionado por las posiciones de Reino Unido y Francia (bajo cuyos auspicios había sido creada esa Polonia “independiente”). De facto, los gobiernos alemán y polaco mejoraban en sus relaciones institucionales y estuvieron al filo de firmar un pacto mediante el cual Alemania podía construía una vía férrea de acceso a Danzig a través del corredor mientras que el gobierno polaco se reservaba el uso exclusivo del estratégico puerto de dicha ciudad. Pero los británicos y franceses  impedían tenaz y sistemáticamente a los regidores polacos firmar tratados o convenios con Alemania y obligaban a sus gobiernos  a acallar, incluso por medio de la violencia, las voces filogermanas de los millones de alemanes que vivían en aquella Polonia (ataques a las embajadas y sedes diplomáticas alemanas, atentados contra las emisoras de radio alemanas, incendios en editoriales…). Los tres millones de alemanes que vivían en Danzig llegaron a vivir tal clima de represión que podría calificarse esa situación como lo que hoy sería denominado un genocidio.

Fue en este ambiente, crispado por ingleses y franceses sirviéndose de la nación polaca como instrumento ejecutor, que el gobierno alemán se vio abocado a acudir a los tres millones de alemanes residentes en Danzig, donde las represiones eran más graves.  A pesar de que el gobierno nacionalsocialista alemán pretendió un acuerdo multilateral de paz con todas las naciones implicadas, Chamberlain, Primer Ministro británico, y Daladier, jefe del gobierno francés, se negaron de plano a escuchar una sola palabra. Así las cosas, el 1 de septiembre de 1939 los ejércitos alemanes entraban en Polonia. El día 3 de septiembre del mismo año, Reino Unido y, tácitamente, Francia declararon la guerra a Alemania, dando inicio a una guerra “por Polonia” a la que nunca prestaron armamento ni ayuda de ningún tipo más allá de los mensajes de apoyo moral de la BBC. Las dizmadas y endebles fuerzas polacas, en la que aun la caballería tenía un gran peso como si del Medievo se tratase, fueron presa fácil para un ejército alemán mucho mejor preparado. Muchos soldados alemanes pisaban, tras muchos años, Prusia Oriental; muchos alemanes de Prusia Oriental, por fin podían decirse alemanes sin miedo. Al tiempo, los rusos, con quienes los alemanes habían pactado para poder tomar sus territorios de Polonia guardándose de crear un nuevo conflicto, habían tomado la mitad este del país.


Es de notar que, pese a lo que pueda leerse acerca de que Polonia fue ocupada, no es menos cierto que el alto mando polaco ya había apostado sus escasas fuerzas a lo largo de la frontera con Alemania (por órdenes dadas desde Londres). Los altos oficiales, carentes de armas decentes y todo tipo de colaboración de las potencias occidentales, vertían en las cabezas de sus hombres una superioridad técnica polaca de la que carecían; existen testimonios de soldados que creían que los tanques alemanes de los que habían oído hablar no eran más que carromatos cubiertos de madera o que las fuerzas de Hitler eran grupos de guerrilleros sin apenas instrucción; los polacos además apenas disponían de blindados decentes (como el TP-7 montado a partir de una patente rechazada por el ejército británico y que los polacos tuvieron que comprar a aquellos pese a su “apoyo”). Con semejante panorama, no es de extrañar que haya testigos de soldados de la Wehrmacht que afirman que a su llegada a la frontera polaca lo único que veían era como huían los tres o cuatro vigilantes que se situaban en cada puesto fronterizo. De ahí las históricas imágenes de los soldados alemanes apartando con toda la parsimonia habida y por haber las barreras que marcaban la frontera. Aún más, los testimonios alemanes, y también polacos, de la época muestran el gran respeto y admiración que la población no alemana de aquella Polonia tenía por la nación germana para con la que no guardaba ningún tipo de resquemor ni odio alguno.


Por todo ello, conviene a la luz de lo que “Rebelión en Polonia” nos ofrece, extraer una serie de conclusiones previas que la Historiografía oficial no se aviene a reconocer ni contradecir: Alemania acudió a salvar alemanes a Polonia tras haber buscado una negociación pacífica; la guerra comenzó el día en que Reino Unido y Francia hicieron la declaración formal, esto es, el 3 de septiembre y no el 1 de ese mismo mes; las fuerzas polacas estaban preparadas para combatir a la Wehrmacht, lo cual dice bien poco acerca del hasta la saciedad repetido argumento de que se trató de un ataque sorpresa; la guerra se inició supuestamente por la injustificada y repentina invasión de Polonia por parte de Alemania, pero nada se dice del Ejército Rojo (posterior socio) y su ocupación de Polonia del este; la guerra por la independencia de Polonia finalizó con el regalo de ésta a la URSS. Todo lo demás, de pretensión de represiones en masa de judíos polacos y voluntades de conquista mundial de Hitler no son más que tópicos grandilocuentes y sin apenas fundamento y que no son coherentes con los hechos o, cuando menos, de la reflexión que merecen.

Hay que señalar, en lo que toca a la supuesta represión alemana en general, y en Polonia en particular,  que no han sido cuestiones del todo claras por más que en los últimos años, y por medio de películas como ésta, se haya silenciado el tema. Es mencionable que la resistencia polaca a los alemanes, no es sino una evidente falta de respeto a las reglas de contienda que son aplicables tras la rendición de un ejército ya que toda resistencia debe cesar; he ahí la razón del ataque sobre la resistencia. En lo estrictamente referido al gueto de Varsovia durante años existió el contubernio de si los encerrados en aquel eran ciertos sectores de la población polaca o población estrictamente judía. Y es esta postura, en esta disputa por hacerse por esa tan cotizada posición que otorga el pertenecer a un grupo víctima de los alemanes, la que ha finalmente prevalecido no sin reticencias. La destrucción de la sinagoga de Varsovia, otros acontecimientos exógenos a la capital polaca así como todo lo surgido tras la guerra contribuyeron a que así, la posición judía prevaleciese. “Rebelión en Polonia” se muestra como una película pacificadora en este sentido al utilizar las banderas polaca y judía como símbolos rebeldes.

No se trata de saber quienes fueron los buenos o los malos, ni de determinar por qué motivos disparaban unos u otros, ni de saber quien enarbolaba la bandera de la paz, tampoco de adivinar la ideología que imperaba en la voluntad de cada uno de los combatientes, ni siquiera de quién ganó o perdió sino de concretar los hechos con pruebas que no sean negadas de plano para saber qúe fue lo que de verdad aconteció a mediados de 1939 para que aquella encrucijada polaca, arrastrada por la inercia de los sucesos, se terminase  convirtiendo en el mayor conflicto de la Historia con las consecuencias que todos hoy conocemos.


APARTADO TÉCNICO. Pese a tratarse de una producción austera hay que elogiar su apartado técnico, más por la voluntad que por el resultado. El despliegue armamentístico es mayoritariamente de armas ligeras, como pistolas, cócteles incenciarios, fusiles Mauser y algún que otro subfusil Schmeisser MP-40, con los que los judíos rebeldes consiguen hacerse. A ellas hay que sumar los Volkswagen Kubel, los cañones PAK-37 alemanes, alguna que otra pieza de artillería y un par de toscos Panzer Tiger pero cuya presencia incrementa la espectacularidad escénica de unas refriegas polaco-alemanas bastante desaguisadas de no ser por aquellos. Estratégica y tácticamente, la película no es de lo peor que hay en el cine, pero el resultado es bastante pobre. La irrupción de algún BMW de época no tiene desperdicio.


ERRORES. Empezando por el campo de la táctica, la película yerra por doquier, algo que es entendible habida cuenta del nivel de la producción. Alemanes avanzando abiertamente al descubierto, incluso en formación, hacia los edificios insurrectos así como una rebelde que, con falda y zarandeándose sobre una chimenea acierta de lleno a los alemanes con los explosivos, además de blindados alemanes que arden y explotan con un simple cóctel incendiario son buen ejemplo de los despropósitos mostrados. Otro digno de mención, a la par que curioso, es la presencia de un rechoncho Heinrich Himmler. Cabe señalar asimismo la presencia indiscriminada y totalmente aleatoria de fuerzas de las SS y de la Wehrmacht, cuyos uniformes en ambos casos dejan bastante que desear y donde se entremezclan sin ton ni son ambas fuerzas. Se incurre en un error muy acostumbrado en este orden de cosas, cual es el de los personajes que captaban el olor de los cadáveres cuando quemaban los cuerpos en los incineradores de Treblinka (hoy es admitido generalmente que no había incineradores en tal campo, y en los campos en los que los había no desprendían olor alguno) así como cuando Mordechai y Zuckerman comentan el asesinato en masa de gente conectando los escapes del camión a la parte trasera en la que estaban las víctimas que morían por asfixia (extremo negado por inviable y científicamente complicado, incluso por los holocaustólogos, puesto que el combustible diesel, el de los camiones alemanes, no producía la suficiente concentración de partículas como para ser útil a tal efecto). De los Tiger mostrados, el error (al margen del estético) es manifiesto puesto que apenas disparan el cañón y se incendian y explosionan con el impacto de un cóctel incendiario (en realidad estaban preparados para no resultar afectados dado su grueso blindaje). Llama la atención que muchos de los judíos rebeldes, pese a ser novatos en el uso de armas, aciertan de pleno en sus objetivos con el fusil y, más difícil todavía, con éste sujetado a la altura de la cintura y no en el hombro utilizando el punto de mira.


LA FRASE. “¿Puede un hombre de moral como yo mantener su código de moralidad en un mundo inmoral?” Esta es una frase que los protagonistas hacen suyas en un par de ocasiones so pretexto de hacer reflexionar a otros personajes y, asimismo, al espectador sobre cual es la conducta racional en una situación a veces tan fuera de razón como es la guerra. Por el carácter violento que se muestra en los personajes al final, convertidos en auténticos guerrilleros, vemos que la respuesta a la cuestión es negativa toda vez que la conducta racional en ese caso era la adoptada por el líder del Consejo Judío aceptando la victoria alemana y, a la postre, los términos de la rendición.


PARA QUIEN. No es una gran producción pero sí una pequeña obra que merece la pena por el hecho de mostrar como se puede conseguir una cinta relativamente lograda sin grandes presupuestos ni la vía mediática de la gran pantalla. Los hechos que narra de una forma hiperbólica pueden ser reseñables desde una perspectiva histórica por la novedad de dar una visión interna del gueto. Por lo demás, carece de alicientes añadidos dado que las escenas de acción cojean demasiado y las historias amorosas parecen introducidas con calzador.


 VALORACIÓN. En suma, “Rebelión en Polonia” no va a pasar a la historia del cine bélico sin duda, ni siquiera de los telefilms, aunque sí como una clase media de éstos últimos por cuanto, por más o menos creíble que pueda parecer lo que en ella se cuenta, se nota el trabajo de producción que hay detrás así como la adición de elementos armamentísticos. Y ello es algo digno de reconocer. Una pena el poco apego histórico y la escasa contextualización, puntos que podrían mejorar el resultado final.