SINOPSIS.
Polonia, año 1939. La ofensiva sobre este país por parte de Alemania da lugar
al inicio de la contienda más grande de la Historia. El ejército polaco se
desmorona y los alemanes toman la capital y concentran a 300.000 judíos de la
ciudad en un área concreta de la misma, conocida como “gueto de Varsovia”. Pronto,
con el paso del tiempo, empiezan a surgir brotes epidémicos y los alemanes
comienzan su política de traslados masivos de la población del gueto. Sin
embargo, un minúsculo grupo de judíos
encabezados por los profesores Mordechai
Anielewicz (Hank Azaria), Yitzhak Zuckerman (David Schimmer) y el joven Tosia
Altman (Leelee Sobieski) forman un grupo de resistencia, la Organización de
Lucha Judía (OLJ) que, desde la clandestinidad y pese a la oposición del
Consejo Judío y su líder Czerniakow (Donald Sutherland), intentará plantar cara a los alemanes a
cualquier coste.
LO MEJOR DE
LA PELÍCULA. Sin duda el hecho de que pese a tratarse de un telefilm, tiene unas
dosis de creatividad en lo escénico así
como un aceptable trabajo en lo argumental que para nada han de guardar envidia
a muchas de las producciones que se dan por estos lares del cine bélico. Los
escenarios interiores alcanzan un nivel cualitativo notable ya que consiguen
transmitir el ambiente claustrofóbico de los búnkers en que se habían
convertido los edificios; los exteriores, aunque menos trabajados y más
escasos, consiguen complementar perfectamente a los anteriores, dando a la
película un perfecto contexto espacial en el que los personajes se mueven y
desplazan constantemente por la capital polaca desarrollando la trama
argumental de una forma muy dinámica.
LO PEOR DE
LA PELÍCULA. Hay muchos elementos que restan méritos a esta producción.
Principalmente la mayor desventaja se asienta en el fatal manejo de los tiempos
de la trama y del ritmo del metraje, sobre todo en relación con el contexto
histórico. Así, el tramo inicial del filme que nos muestra desde la pacífica
Varsovia previa a la contienda hasta la rendición polaca apenas dura unos
minutos; además las epidemias y el hambre, que en realidad fueron fruto de la
larga contienda bélica y la carestía alimenticia propia de esta, en la película
surgen ya con la entrada alemana en la capital, lo cual resta credibilidad al
argumento de una manera considerable ya que rápidamente pueden verse caballos
muertos cuya carne es devorada por pobres hambrientos. Sin embargo, la
represalia alemana que consigue acabar rápidamente con los rebeldes acapara la
práctica totalidad del film, lo que no es acorde con la realidad, dado que
apenas duró un mes la resistencia. Además, todo ello no resulta verosímil toda vez
que se le advierte al espectador de que se trata de una película basada en
hechos reales, lo cual no se cohonesta con lo que se muestra. La violencia
exageradamente gratuita, como tópico del cine bélico, de las fuerzas alemanas
tampoco se entiende muy bien, como tampoco el perdido e inconexo papel del
periodista alemán Hipler, que por momentos parece adolecer cierto retraso
mental.
COMPARACIÓN.
Aunque las reminiscencias que pueda evocar esta cinta son múltiples y diversas
casi se hace imperativo el hacerlo respecto de aquella con la que guarda un
parecido más evidente: El pianista, de Roman Polansky. Tanto “Rebelión en
Polonia” (que es casi un año anterior) como aquella utilizan un mismo trasfondo
histórico, como es la ocupación de una parte de Polonia por los alemanes, para
el desarrollo de su trama argumental en la que tampoco difieren demasiado, ni
en el fondo ni en la forma: se trata en suma de mostrar las duras condiciones
de vida en la Varsovia de inicios de los años cuarenta a base gritos, llantos y pobredumbre. Aunque presupuestariamente
“El pianista” estuvo muy por encima de la película de Jon Avnet, este logra
introducir al espectador dentro del gueto con los rebeldes y sus condiciones de
vida mientras que Polansky no llega, nunca mejor dicho, a entrar en el gueto y
se limita a la visión exterior que Spilzman tiene. Sin embargo, las condiciones
de vida de la capital polaca son, como se ha señalado, demasiado premurosas y
exageradas en el telefilm.
HISTORIA.
Los controvertidos hechos de la Varsovia de la Segunda Guerra Mundial exigen
numerosos puntos de análisis, de los cuales sólo unos pocos van a ser tratados
aquí, puesto que en tales temas hay películas que se prestan más a ello, y que
espero añadir muy pronto al blog.
Aunque en la
película no es objeto de tratamiento más que en un brevísimo periodo inicial y
en el que sólo se constata mayormente por sonidos, es preciso hacer mención
aquí del inicio de la contienda.
En términos
propiamente históricos cabe señalar que la invasión de Polonia fue una
consecuencia directa e inmediata, si bien diferida en el tiempo, del dictado de
Versalles impuesto a Alemania tras la Primera Guerra Mundial. En un nuevo orden
europeo establecido por los Estados Unidos, Reino Unido y Francia, a través del
presidente Wilson, el “Prime” George y el presidente Clemenceau, se obligó a
una Alemania, sin esta ser derrotada en los campos de batalla, a renunciar a
buena parte de territorios históricamente alemanes, como Prusia Oriental y la
ciudad de Danzig, y a cederlos para hacer renacer una nueva Polonia, a la sazón
desaparecida un siglo atrás, creando un corredor o espacio territorio que
separaba ambas naciones. Consecuencia: una Alemania no derrotada en el campo de
batalla se veía desposeída de parte de su territorio, y millones de ciudadanos
alemanes se veían súbitamente expurgados de su país y situados en una nación
que no era la suya. El caldo de cultivo estaba creado. De todos modo, los gobiernos
germanos, antes y durante el mandato de Hitler, intentaron llegar a un acuerdo
pacífico con los gobiernos polacos, cuyo voto se veía condicionado por las
posiciones de Reino Unido y Francia (bajo cuyos auspicios había sido creada esa
Polonia “independiente”). De facto, los gobiernos alemán y polaco mejoraban en
sus relaciones institucionales y estuvieron al filo de firmar un pacto mediante
el cual Alemania podía construía una vía férrea de acceso a Danzig a través del
corredor mientras que el gobierno polaco se reservaba el uso exclusivo del
estratégico puerto de dicha ciudad. Pero los británicos y franceses impedían tenaz y sistemáticamente a los
regidores polacos firmar tratados o convenios con Alemania y obligaban a sus
gobiernos a acallar, incluso por medio
de la violencia, las voces filogermanas de los millones de alemanes que vivían
en aquella Polonia (ataques a las embajadas y sedes diplomáticas alemanas,
atentados contra las emisoras de radio alemanas, incendios en editoriales…).
Los tres millones de alemanes que vivían en Danzig llegaron a vivir tal clima
de represión que podría calificarse esa situación como lo que hoy sería
denominado un genocidio.
Fue en este
ambiente, crispado por ingleses y franceses sirviéndose de la nación polaca
como instrumento ejecutor, que el gobierno alemán se vio abocado a acudir a los
tres millones de alemanes residentes en Danzig, donde las represiones eran más
graves. A pesar de que el gobierno
nacionalsocialista alemán pretendió un acuerdo multilateral de paz con todas
las naciones implicadas, Chamberlain, Primer Ministro británico, y Daladier,
jefe del gobierno francés, se negaron de plano a escuchar una sola palabra. Así
las cosas, el 1 de septiembre de 1939 los ejércitos alemanes entraban en
Polonia. El día 3 de septiembre del mismo año, Reino Unido y, tácitamente,
Francia declararon la guerra a Alemania, dando inicio a una guerra “por Polonia”
a la que nunca prestaron armamento ni ayuda de ningún tipo más allá de los
mensajes de apoyo moral de la BBC. Las dizmadas y endebles fuerzas polacas, en
la que aun la caballería tenía un gran peso como si del Medievo se tratase,
fueron presa fácil para un ejército alemán mucho mejor preparado. Muchos
soldados alemanes pisaban, tras muchos años, Prusia Oriental; muchos alemanes
de Prusia Oriental, por fin podían decirse alemanes sin miedo. Al tiempo, los
rusos, con quienes los alemanes habían pactado para poder tomar sus territorios
de Polonia guardándose de crear un nuevo conflicto, habían tomado la mitad este
del país.
Es de notar
que, pese a lo que pueda leerse acerca de que Polonia fue ocupada, no es menos
cierto que el alto mando polaco ya había apostado sus escasas fuerzas a lo
largo de la frontera con Alemania (por órdenes dadas desde Londres). Los altos
oficiales, carentes de armas decentes y todo tipo de colaboración de las
potencias occidentales, vertían en las cabezas de sus hombres una superioridad
técnica polaca de la que carecían; existen testimonios de soldados que creían que los
tanques alemanes de los que habían oído hablar no eran más que carromatos
cubiertos de madera o que las fuerzas de Hitler eran grupos de guerrilleros sin
apenas instrucción; los polacos además apenas disponían de blindados decentes
(como el TP-7 montado a partir de una patente rechazada por el ejército
británico y que los polacos tuvieron que comprar a aquellos pese a su “apoyo”).
Con semejante panorama, no es de extrañar que haya testigos de soldados de la Wehrmacht
que afirman que a su llegada a la frontera polaca lo único que veían era como
huían los tres o cuatro vigilantes que se situaban en cada puesto fronterizo.
De ahí las históricas imágenes de los soldados alemanes apartando con toda la
parsimonia habida y por haber las barreras que marcaban la frontera. Aún más,
los testimonios alemanes, y también polacos, de la época muestran el gran respeto
y admiración que la población no alemana de aquella Polonia tenía por la nación
germana para con la que no guardaba ningún tipo de resquemor ni odio alguno.
Por todo
ello, conviene a la luz de lo que “Rebelión en Polonia” nos ofrece, extraer una
serie de conclusiones previas que la Historiografía oficial no se aviene a
reconocer ni contradecir: Alemania acudió a salvar alemanes a Polonia tras
haber buscado una negociación pacífica; la guerra comenzó el día en que Reino
Unido y Francia hicieron la declaración formal, esto es, el 3 de septiembre y no el 1 de ese mismo mes; las fuerzas polacas estaban preparadas para combatir a la Wehrmacht, lo cual dice bien poco acerca del hasta la saciedad repetido argumento de que se trató de un ataque sorpresa; la
guerra se inició supuestamente por la injustificada y repentina invasión de
Polonia por parte de Alemania, pero nada se dice del Ejército Rojo (posterior
socio) y su ocupación de Polonia del este; la guerra por la independencia de
Polonia finalizó con el regalo de ésta a la URSS. Todo lo demás, de pretensión de represiones
en masa de judíos polacos y voluntades de conquista mundial de Hitler no son más que tópicos grandilocuentes
y sin apenas fundamento y que no son coherentes con los hechos o, cuando menos, de la reflexión que merecen.
Hay que
señalar, en lo que toca a la supuesta represión alemana en general, y en
Polonia en particular, que no han sido
cuestiones del todo claras por más que en los últimos años, y por medio de
películas como ésta, se haya silenciado el tema. Es mencionable que la
resistencia polaca a los alemanes, no es sino una evidente falta de respeto a
las reglas de contienda que son aplicables tras la rendición de un ejército ya
que toda resistencia debe cesar; he ahí la razón del ataque sobre la resistencia.
En lo estrictamente referido al gueto de Varsovia durante años existió el
contubernio de si los encerrados en aquel eran ciertos sectores de la población
polaca o población estrictamente judía. Y es esta postura, en esta disputa por
hacerse por esa tan cotizada posición que otorga el pertenecer a un grupo
víctima de los alemanes, la que ha finalmente prevalecido no sin reticencias.
La destrucción de la sinagoga de Varsovia, otros acontecimientos exógenos a la
capital polaca así como todo lo surgido tras la guerra contribuyeron a que así, la posición judía prevaleciese. “Rebelión en Polonia” se muestra como una película pacificadora en este
sentido al utilizar las banderas polaca y judía como símbolos rebeldes.
No se trata
de saber quienes fueron los buenos o los malos, ni de determinar por qué
motivos disparaban unos u otros, ni de saber quien enarbolaba la bandera de la
paz, tampoco de adivinar la ideología que imperaba en la voluntad de cada uno de los
combatientes, ni siquiera de quién ganó o perdió sino de concretar los hechos con
pruebas que no sean negadas de plano para saber qúe fue lo que de verdad
aconteció a mediados de 1939 para que aquella encrucijada polaca, arrastrada por
la inercia de los sucesos, se terminase
convirtiendo en el mayor conflicto de la Historia con las consecuencias
que todos hoy conocemos.
APARTADO
TÉCNICO. Pese a tratarse de una producción austera hay que elogiar su apartado
técnico, más por la voluntad que por el resultado. El despliegue armamentístico
es mayoritariamente de armas ligeras, como pistolas, cócteles incenciarios, fusiles
Mauser y algún que otro subfusil Schmeisser MP-40, con los que los judíos
rebeldes consiguen hacerse. A ellas hay que sumar los Volkswagen Kubel, los
cañones PAK-37 alemanes, alguna que otra pieza de artillería y un par de toscos
Panzer Tiger pero cuya presencia incrementa la espectacularidad escénica de
unas refriegas polaco-alemanas bastante desaguisadas de no ser por aquellos.
Estratégica y tácticamente, la película no es de lo peor que hay en el cine, pero
el resultado es bastante pobre. La irrupción de algún BMW de época no tiene
desperdicio.
ERRORES. Empezando
por el campo de la táctica, la película yerra por doquier, algo que es
entendible habida cuenta del nivel de la producción. Alemanes avanzando
abiertamente al descubierto, incluso en formación, hacia los edificios insurrectos así como una
rebelde que, con falda y zarandeándose sobre una chimenea acierta de lleno a
los alemanes con los explosivos, además de blindados alemanes que arden y
explotan con un simple cóctel incendiario son buen ejemplo de los despropósitos
mostrados. Otro digno de mención, a la par que curioso, es la presencia de un rechoncho
Heinrich Himmler. Cabe señalar asimismo la presencia indiscriminada y
totalmente aleatoria de fuerzas de las SS y de la Wehrmacht, cuyos uniformes en
ambos casos dejan bastante que desear y donde se entremezclan sin ton ni son ambas fuerzas. Se incurre en un error muy acostumbrado
en este orden de cosas, cual es el de los personajes que captaban el olor de
los cadáveres cuando quemaban los cuerpos en los incineradores de Treblinka (hoy
es admitido generalmente que no había incineradores en tal campo, y en los campos en los que
los había no desprendían olor alguno) así como cuando Mordechai y Zuckerman
comentan el asesinato en masa de gente conectando los escapes del camión a la
parte trasera en la que estaban las víctimas que morían por asfixia (extremo
negado por inviable y científicamente complicado, incluso por los
holocaustólogos, puesto que el combustible diesel, el de los camiones alemanes,
no producía la suficiente concentración de partículas como para ser útil a tal
efecto). De los Tiger mostrados, el error (al margen del estético) es
manifiesto puesto que apenas disparan el cañón y se incendian y explosionan con el impacto de un cóctel incendiario (en realidad estaban preparados para no resultar afectados dado su grueso blindaje). Llama la atención que muchos de
los judíos rebeldes, pese a ser novatos en el uso de armas, aciertan de pleno
en sus objetivos con el fusil y, más difícil todavía, con éste sujetado a la
altura de la cintura y no en el hombro utilizando el punto de mira.
LA FRASE. “¿Puede
un hombre de moral como yo mantener su código de moralidad en un mundo inmoral?”
Esta es una frase que los protagonistas hacen suyas en un par de ocasiones so
pretexto de hacer reflexionar a otros personajes y, asimismo, al espectador
sobre cual es la conducta racional en una situación a veces tan fuera de razón
como es la guerra. Por el carácter violento que se muestra en los personajes al
final, convertidos en auténticos guerrilleros, vemos que la respuesta a la
cuestión es negativa toda vez que la conducta racional en ese caso era la
adoptada por el líder del Consejo Judío aceptando la victoria alemana y, a la
postre, los términos de la rendición.
PARA QUIEN.
No es una gran producción pero sí una pequeña obra que merece la pena por el
hecho de mostrar como se puede conseguir una cinta relativamente lograda sin
grandes presupuestos ni la vía mediática de la gran pantalla. Los hechos que
narra de una forma hiperbólica pueden ser reseñables desde una perspectiva
histórica por la novedad de dar una visión interna del gueto. Por lo demás,
carece de alicientes añadidos dado que las escenas de acción cojean demasiado y
las historias amorosas parecen introducidas con calzador.
VALORACIÓN. En
suma, “Rebelión en Polonia” no va a pasar a la historia del cine bélico sin
duda, ni siquiera de los telefilms, aunque sí como una clase media de éstos
últimos por cuanto, por más o menos creíble que pueda parecer lo que en ella se
cuenta, se nota el trabajo de producción que hay detrás así como la adición de
elementos armamentísticos. Y ello es algo digno de reconocer. Una pena el poco apego histórico y la escasa contextualización, puntos que podrían mejorar el
resultado final.