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domingo, 1 de abril de 2012

ENEMIGO A LAS PUERTAS (ENEMY AT THE GATES)


SINOPSIS. Año 1942. Stalingrado. En el medio de las ruinas de la ciudad dos potencias, la Unión Soviética y Alemania, miden sus fuerzas en una batalla que se antoja crucial para el devenir de los posteriores acontecimientos y que acabará siendo una de las más duras de la Historia. En medio de dicha confrontación un hombre empieza a despuntar como francotirador: Vassili Zaitsev (Jude Law). Tras conseguir rescatar al comisario político Danilov (Joseph Fiennes) de posiciones alemanas, ambos catapultan sus destinos y se convierten en emblemas de la lucha soviética contra los nazis a través de las muertes causadas por la puntería de Vassili Zaitsev y la labor propagandística de Danilov. Sin embargo, todo cambia cuando irrumpen en la escena dos personajes: Tania, una soldado del Ejército Rojo, de la que ambos se enamoran, y el mayor Köning (un genial Ed Harris), un oficial alemán y notable francotirador enviado expresamente para acabar con el tirador ruso que tanto daño les ha causado. El prometedor destino de Zaitsev, parece estar en dificultades.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Con mucha diferencia y pese a los notables aspectos de los que atesora esta gran producción europea dirigida por Jean-Jacques Annaud, lo mejor de la película está en la primera media hora de cinta en la que podemos ver cómo, después de un tortuoso viaje en tren, se presenta la dantesca imagen de una ciudad de Stalingrado en ruinas  y cuya salvación se encomienda a los soldados rusos llegados desde lo más recóndito del país. Una magnífica introducción que nos presenta unas imágenes no muy diferentes a lo que debió ser la situación de la ciudad. Se trata de unas escenas llenas de una tensión constante así como de un terrible dramatismo del que se hace plenamente partícipe al espectador que, a través de unas magníficas tomas de cámara, acompaña al soldado ruso hasta una prácticamente segura muerte en su enfrentamiento con las tropas alemanas y sin la alternativa poder retroceder. Unas escenas cualitativamente análogas a las que dan comienzo a “Salvar al Soldado Ryan” y que, precisamente como ellas, han sido tomadas para la recreación de algunos de los juegos más señeros de la saga bélica de la Segunda Guerra Mundial. Ha recibido elogios varios esta película por trasladar el entramado de los clásicos “western” a un ambiente tan distinto como es el de la batalla de Stalingrado, hasta el punto de ser calificado como un “western con miras telescópicas”.


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Lo peor de “Enemigo a las puertas” es lo que viene a continuación de lo anteriormente referido como su más sobresaliente aspecto. Y es que justo tras el gran despliegue de escénico, con una gran fotografía, unas recreaciones espectaculares, un trepidante ritmo narrativo y una tensión de órdago, capaces de mantener al espectador pegado al sillón, la película se frena en todos los aspectos dando lugar a un entramado de historias personales (señaladamente el axiomático trío amoroso Zaitsev-Tania-Danilov) demasiado previsibles y que desvirtúan el verdadero contenido de la cinta, amén de no compadecerse con lo que nos anunciaban las escenas iniciales. Por momentos casina, la película desdibuja su íter argumental a causa del exceso protagonismo que llevan a acaparar las historias personales de tipo sentimental. A ello debe sumarse la desaparición de cualquier referencia al desarrollo general de la batalla así como al desarrollo de la batalla de Stalingrado en el que los personajes se mueven.


COMPARACIÓN. El fulgurante comienzo, tan repleto de espectaculares escenas, nos trae reminiscencias de otras producciones que ostentan un comienzo de tal guisa, tales como “El último asalto”, “El puente de Remagen”, “Pearl Harbor” y, más que ninguna “Salvar al soldado Ryan”, llegando a estar el inicio “Enemigo a las puertas” al mismo o incluso a un superior nivel cualitativo. No obstante, como se ha referido, el entramado amoroso que conforma el nudo de nuestra historia se separa radicalmente de aquellas producciones para retomar un hilo conductor más pasteloso y de menor talle bélico, muy al estilo “De aquí a la eternidad”, pasado el punto histórico a ser un tanto gratuito por más que se recuerde su ambientación mediante alguna que otra escena. Es, a propósito de su mención, algo muy similar a lo que acontece en “Pearl Harbor”, esto es, un inicio contundente, sorpresivo y de solidez argumental que se diluye rápidamente a un ritmo inversamente proporcional al que ganan importancia los elementos secundarios. Por temática de fondo, su más próxima cinta es "Stalingrado" que, pese a las críticas que puedan leerse, es más exacta en cuanto a circunstancias históricas que la película de Annaud dado que aquella, a diferencia de ésta, va circunstanciando la situación de la batalla en términos históricos.


HISTORIA. Es obvio que hablar de “Enemigo a las puertas” exige hablar de la que en cuestiones de dureza de combate, lo sangriento de cada lucha y condiciones cruentas es la madre de las batallas: la batalla de Stalingrado. Desarrollada en dicha ciudad (la actual Volgogrado) entre agosto de 1942 y febrero de 1943 fue conocida por los alemanes como “guerra de ratas” (Rattenkrieg) y uno de los puntos de inflexión de la contienda; en ese sentido, no es exagerada la afirmación inicial de la voz en off que termina su presentación afirmando a Stalingrado como “la ciudad donde se decide el destino del mundo”. No obstante, el cine bélico, más o menos reciente, se ha empeñado en dar a conocer esta batalla con un sustento fáctico que se ampara más en la propaganda que en la realidad de los hechos y que la generalidad del público, carente de referencias, ha venido a tomar por sacrosantas verdades.


En primer lugar, en lo tocante a términos históricos podemos observar la dificultosa tarea llevada a cabo por los francotiradores en Stalingrado. Sin duda, el estado ruinoso de la ciudad favorecía la puesta en práctica de las técnicas de camuflaje y mimetización. Es cierto que los uniformes y fundas de camuflaje de esquemas disruptivos fueron introducidos por primera vez por las Waffen SS pero los rusos habían adoptado unas técnicas más específicas para la lucha en la nieve con unos monos de una pieza en esquema de nube al que incorporaban una máscara que cubría el rostro del tirador; por su parte, los alemanes se limitaron prácticamente a la utilización de capas y fundas blancas, menos efectivas. Por otro lado, el Ejército Rojo era prácticamente el único que contaba con gran número de academias de francotiradores y una línea constante de fabricación de fusiles con mira telescópica (se fabricaron 53.000 Mosin Nagant en 1938) lo que les otorgó gran ventaja numérica en efectivos personales y armamento; pero la formación de sus tiradores era comparativamente mucho peor que la de sus homólogos de otros ejércitos dado que prevalecía el criterio cuantitativo, no el cualitativo. La diferencia residía en que la Wehrmacht, en los inicios de la contienda, distinguía a los francotiradores por su labor en el combate, no en academias, si bien mucho más tarde, hacia finales de la guerra, fue incrementándose el número de academias de francotiradores a las que eran llevados los combatientes más destacados en esa labor. Además, el fusil alemán Mauser K98k era un fusil muy preciso a media-larga distancia aun sin mira telescópica lo que convertía al soldado medio alemán en buen tirador, dado que un buen francotirador no solía necesitar la mira telescópica para ser eficaz. Sin embargo, en lo que a Stalingrado se refiere, la labor de hostigamiento de los francotiradores no tuvo tanta relevancia dado el persistente movimiento de tropas y unas posiciones tendencialmente inestables. Sólo una vez estabilizadas las posiciones y, sobre todo, una vez cercado el VI Ejército alemán en las ruinas de la ciudad, la tarea de aquellos se erigió en importante toda vez que la caída de cada soldado tenía una fuerte impronta psicológica.


En segundo lugar, aunque a lo largo de la trama se menciona y aparece recreado algún que otro episodio de la batalla de Stalingrado (como el cruce del río, bombardeo alemán, la lucha por los grandes almacenes y la fábrica de tractores), en lo sustancialmente estratégico y el avance de las líneas se prescinde del desarrollo de aquella. No obstante se presentan varios de los pilares esenciales de lo que fue aquella mítica batalla como lo fue la labor de los comisarios políticos (vemos al propio Danilov o a los que arengan a las tropas rojas llegadas a Stalingrado) o las dificultades estratégicas a las que el avance sometió al Ejército Rojo en la simbólica ciudad portadora del nombre de su Camarada Jefe. La incertidumbre del destino, la ausencia de tácticas y una moral decaída, obligó a los bolcheviques a radicalizar sus ya despiadadas tácticas ante la llegada de los alemanes (aunque casi ninguna tiene reflejo en la película). Así, ante el imparable avance del VI Ejército, por entonces ya al mando del General Paulus,  y segmentos del IV Ejército Panzer que habían cercado la ciudad el ejército bolchevique comenzó un plan de adiestramiento de perros bomba destinados a destruir los blindados alemanes posicionándose bajo ellos; un plan que surtió cierto efecto y del que las tropas rusas hicieron un uso considerable hasta que las fuerzas alemanas, advirtiendo la estratagema, acababan con los canes antes de que estos les dieran alcance. Con las divisiones alemanas ya en la ciudad el propio Stalin obligó a la población civil a permanecer en las ruinas de la ciudad (aunque en la cinta se muestre a la práctica totalidad de la población en el puerto y una ciudad desierta) y ello aun a pesar de los bombardeos y ataques artilleros alemanes; todo con el único objeto de dar una apariencia de fortaleza del pueblo ruso para minar la moral alemana que, a este propósito, apenas se veían afectados pues precisamente el VI Ejército era una fuerza que había combatido con éxito desde los inicios de la contienda. Otra directriz del Alto Mando del Ejército Rojo, esta sí acertada, fue la orden dada a sus soldados de combatir a los alemanes desde posiciones cercanas a estos, lo que limitaba la eficacia de los bombardeos de la Luftwaffe que hostigaba las líneas rusas dado que los aviones alemanes no podían bombardear sin hacer peligrar a sus camaradas. A ese cúmulo de decisiones hay que sumar el cruce masivo de tropas del río Volga para combatir en la ciudad.


No obstante lo anterior, la medida más despiadada, y con diferencia, fue la destinada a solucionar el alto índice de deserciones que experimentaba el Ejército Rojo, un ejército con una moral minada y cuyas líneas caían a cada paso de los alemanes. Fue en esta situación que Stalin dio su consigna, hoy en día tan aclamada por ciertos sectores ideológicos en sus manifestaciones e inconscientes de su real significado, que fue el conocido “Ni un paso atrás”. Los soldados rusos, por aquel entonces, empezaron a  tener noticias de que los alemanes no sacrificaban a los soldados rusos capturados (si bien históricamente se ha reiterado hasta la saciedad lo contrario), lo que provocó que un masivo número de soldados y oficiales del Ejército Rojo se rindiese sin presentar combate o, directamente, se cambiase de bando (por ejemplo, el general Vlasov, el cual afirmó acerca de Stalin que era el peor enemigo del pueblo ruso). A la luz de tales hechos, la orden de Stalin fue tan clara como implacable: ejecutar a sangre fría a todo soldado ruso que se batiese en retirada; aunque, de hecho, con tal medida se evitaban las deserciones y su número descendió, el resultado no pudo ser más fatídico y muchos soldados rusos se vieron abocados a la muerte en misiones suicidas en las que la única incertidumbre era si perecerían bajo fuego alemán o por las balas de sus camaradas. Una triste realidad de la que el propio Stalin se enorgullecía al afirmar a este respecto que “al soldado ruso es al único que le resulta más costoso retroceder que avanzar”.


Por lo demás, hay que señalar que, aunque en la película apenas se deja adivinar el resultado de la batalla de Stalingrado, ésta cayó del lado ruso. Aunque las fuerzas alemanas habían tomado tácticamente la ciudad, o lo que de ella restaba, las fuerzas rusas, en la conocida como Operación Urano, acometieron una contraofensiva a la desesperada contra los flancos del VI Ejército de Paulus, los cuales estaban guardados por elementos de los ejércitos italiano, rumano y húngaro que, al carecer de la preparación y armas necesarias para enfrentarse a los blindados soviéticos T-34 sucumbieron en cuestión de horas dando lugar a que el Ejército Rojo pudiese cerrar el cerco sobre la ciudad, en la que consiguieron embolsar al ejército de Paulus y a segmentos de la IV División acorazada (en total, unos 300.000 soldados). Las promesas de Goering de abastecer a estos hombres por aire apenas alcanzaban a aportarles más que una porción de los pertrechos necesarios para resistir el cerco, en parte porque los rusos disparaban bengalas que confundían a los aviones alemanes a la hora de lanzar sus cargas. Por si ello fuera poco, los francotiradores rusos hostigaron a los soldados alemanes y además éstos sufrieron un enorme castigo psicológico por parte de los rusos quienes emitían mensajes sonoros destinados a socavar su moral; el más conocido, y muestra de la destreza en la tortura psicológica de la que los bolcheviques fueron verdaderos maestros, la constante emisión audible en toda la ciudad del sonido del tic tac de un reloj para recordar el paso del tiempo a los alemanes. A pesar del fracaso en enero de 1943 por parte del mariscal von Kleist en su objetivo de romper el cerco ruso (le restaron apenas unos kilómetros para abrir una vía de escape), comenzaron una tenaz resistencia siendo conscientes que, a pesar de su cada vez mayor aislamiento, cada combate que entablasen en la ciudad jugaría a favor de sus compatriotas que combatían a las tropas rusas en el frente. En ese sentido, y evocando la circunstancia de que ningún Mariscal de Campo alemán había sido derrotado en el campo de batalla, Hitler nombro a Paulus en tal cargo para que o bien resistiese o muriese en el intento; sin embargo, en una decisión que le ha reportado numerosas críticas, a veces un tanto infundadas, hacia su valía optó por una capitulación firmada el 2 de febrero de 1943, lo que dio a los rusos un baluarte propagandístico sin parangón. Ciertamente, la posición del inexperto Paulus, nombrado inesperadamente al mando en sustitución de von Richenau (quien pasó a dirigir el Grupo de Ejércitos Sur en el que el VI Ejercito se integraba), era complicada en lo táctico dado que sus hombres no estaban tan preparados para la guerra urbana como a campo abierto, pero pecó de ingenuo al creer que los rusos dispensarían un buen trato a sus soldados y oficiales; todo lo contrario, en estado hambriento y enfermizo fueron obligados a retirar los escombros de la ciudad y posteriormente llevados a pie de un campo de trabajo a otro a través de la inmensidad de la nevada Siberia de la Unión Soviética en las llamadas “marchas de la muerte” y, de hecho, del VI Ejército alemán, apenas volvieron a Alemania unos 5.000 hombres. Ello es más llamativo todavía cuando es prueba de la ignorancia de Paulus respecto de la voluntad y del estado de la moral de sus tropas. En uno de los últimos reductos de la resistencia alemana en Stalingrado, muestra de su heroico coraje, un soldado alemán enviaba el siguiente, y a la postre último, mensaje radiado: “Hola. ¿Hay alguien ahí? Aquí aun permanecemos seis hombres de toda la división. No hemos comido en toda la semana y llevamos días sosteniendo esta posición. Ya he disparado la última bala de mi pistola. En cuestión de minutos cientos de bolcheviques atacarán y acabarán con nosotros. Por favor, digan a mi padre que he cumplido debidamente con mi deber. ¡Larga vida a Alemania! ¡Heil Hitler!”.


Por todo ello, es en cierta medida penoso ver cómo una película de tan buen semblante formal desperdicia la ocasión de dar un salto cualitativo en cuanto a la recreación de la gran batalla de Stalingrado al recoger para su producción más vestigios de la propaganda soviética que contenido histórico propiamente dicho lo cual habría contribuido a la verosimilitud de la trama y a un mayor conocimiento de uno de los puntos trascendentales de la Segunda Guerra Mundial.


APARTADO TÉCNICO. En “Enemigo a las puertas” tenemos la oportunidad de observar un catálogo armamentístico bastante diverso, completo y tendencialmente correcto en su disposición. Destacan los fusiles Mosin repartidos entre las tropas rusas, un SdKfz 251 alemán con una ametralladora MG34 en su parte superior, algún que otro camión Zis soviético, los bombarderos en picado JU87 Stuka atacando a las embarcaciones soviéticas así como la reproducción de carros de combate alemanes, pretendidamente Panzer III aunque exagerados en su tamaño. Curiosamente, dichos ejemplares son exactamente los mismos que los empleados en “Resistencia”.


Sin embargo esta película se erige en un tributo a las armas de los francotiradores. Así, por parte de los rusos vemos como Zaitsev emplea el fusil estándar de los francotiradores rusos, el Mosin-Nagant M-1891/30 con un pequeño y ligero visor PU de 3,5 aumentos, si bien en la cinta Sasha lo presenta como un arma novedosa al hablarle de ella al oficial alemán; era el mejor fusil de precisión ruso pero cuyo protagonismo pronto tuvo que compartir con el Tokarev M-1938, que presentaba la ventaja de tratarse de un fusil semiautomático por toma de gases. Por su parte, el francotirador alemán utiliza un fusil Mauser K-98k con visor de montaje alto, una verdadera máquina de precisión; no obstante el nivel cualitativo de los fusiles de precisión alemanes conllevaba que la elección de uno u otro quedase al final al albur de las preferencias del tirador, por lo que el K-98k podría encontrarse tanto en las divisiones de paracaidistas (Fallschmirmjäger), como de las Waffen SS, como del Heer.


ERRORES. El problema de base de “Enemigo a las puertas” reside en la simple circunstancia de que al ampararse únicamente y sin ambajes en la versión soviética de los acontecimientos incurre en errores de calado, sobre todo en lo que toca al contenido histórico.

Así, el principal de los errores se cierne sobre el núcleo principal de la cinta, esto es, el duelo entre Vassili Zaitsev y Koning, el francotirador alemán. Y es que resulta harto evidente que el primero es un personaje real pero de circunstancias personales exageradas por la Unión Soviética hasta elevarlo a la categoría de mito; y el segundo es, directamente, un personaje fruto de la invención propagandística y creado con el único propósito de engrandecer la figura del primero. Y ello es evidente desde el mismo momento en que en el enfrentamiento de los dos francotiradores uno puede ver, y no es casual, el modelo de lucha que en el utopismo comunista se le presentaba a los soldados pero que no se cohonestaba con la realidad: el pobre y humilde pastor llegado desde los Urales para luchar por su madre Patria y el socialismo contra el noble aristócrata prusiano y fascista.

Es cierto, yendo a las circunstancias personales de cada uno de ellos, que Zaitsev era un pastor llegado desde los Urales para luchar contra los alemanes, pero ahí termina la realidad de lo que se nos presenta dado que lo más probable es que llegase al frente, como muchos otros jóvenes rusos de su tiempo, forzado por los comisarios políticos y la NKVD. Resulta acorde con la realidad el situar a Vassili en la película como un buen tirador, pero en la película podemos ver como sus cifras medran a costa de los alemanes a los que ponía en su punto de mira cuando, en la realidad, fueron infladas gratuitamente para crear el mito propagandístico de Vassili Zaitsev; justo lo mismo que otros supuestos héroes y heroínas que en realidad no lo fueron más que por acción de la propaganda como la francotiradora Roza Shanina, a quen se le atribuyeron 54 muertes.


En tan hábil como mendaz concordancia, el rival de Zaitsev tenía que ostentar ciertas condiciones para ser la mejor expresión de la lucha de clases que vendía el régimen soviético: y así fue como surgió este oficial alemán francotirador trasladado a Stalingrado para acabar por el propio Zaitsev. Sin embargo, cuando uno entra a analizar las circunstancias del susodicho personaje el oscurantismo en lo que a este respecta y las sombras sobre sus circunstancias son tanto mayores cuanto más se profundiza en él. Y es evidente que dicha figura no se vendió como lo que fue sino que los propagandistas soviéticos pudieron moldear al enemigo a su gusto. Así, no tenemos a un humilde soldado raso sino a un oficial de la escuela prusiana y de noble familia. El problema es que ni los propagandistas soviéticos se pusieron de acuerdo en su rango y esta enigmática figura varía, dependiendo de la fuente, desde el grado de mayor hasta el de coronel. Tampoco su nombre es una cuestión clara ya que se apunta por un lado que se trata de un tal Heinz Thorvald y por otros de Köning, pero en uno u otro caso los propagandistas soviéticos pecaron de un error de considerable importancia dado que si el mencionado francotirador alemán tenía origen en la nobleza germana seguramente habría de guardar la partícula nominal “von” característica de los miembros de las grandes familias prusianas (criterio este utilizado en la posguerra para procurar los más altos castigos a los prisioneros alemanes con esa distinción puramente nominal). Tampoco está claro a qué escuela de francotiradores pertenecía, algo que habría de ser fácil de concretar dada la escasez de estas en Alemania por las circunstancias arriba indicadas. Por supuesto, este sujeto tendría que tener una condecoración impuesta por el propio Hitler, pero no de las más bajas, sino nada menos que la Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes, ni más ni menos que la más alta distinción dentro del Ejército alemán. Sin embargo esta condecoración fue entregada a muy pocos hombres y dichas imposiciones están perfectamente documentadas y, sin embargo, no aparece este sujeto en ninguna fuente. La incongruencia es mayor cuando los soviéticos afirmaban de este francotirador alemán que había abatido a 400 soldados del Ejército Rojo, extremo harto imposible dado que ese  habría sido motivo sobradamente suficiente para que la propaganda nazi lo erigiese en emblema de su causa y, casualmente, no aparece como tal; además, el francotirador alemán que alcanzó mayor renombre fue Mätthias Hetzenauer, con sus apenas 350 blancos confirmados. Hay que añadir que la labor del francotirador no es acorde con la tradición prusiana en la que se coloca al oficial alemán; la explicación es simple: el férreo tradicionalismo prusiano era apegado a la idea de que las guerras se ganaban en la línea de batalla y no en una lucha en la distancia y sin ofrecer al enemigo la posibilidad de presentar combate. A este cúmulo de errores hay que sumar que la querencia a aumentar los méritos del alemán en pro de Zaitsev llevó en su día a exhibir una mira telescópica de un Mauser K-98k alemán en el Museo de Guerra de Moscú, visible hoy en día, cuyo cartel reza: “Mayor König, responsable de la Escuela de Francotiradores de Berlín y campeón de tiro olímpico en 1936”. Esta falacia propagandista insistía en la idea de que este oficial alemán había conseguido la medalla de oro de tiro al plato en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, pero en ninguna de las tres categorías de esta disciplina disputada en aquellos juegos (tiro con pistola a 25 metros, tiro con pistola a 50 metros y tiro con rifle a 25 metros) aparece ningún ganador, ni siquiera medallista, con el nombre de Thorvald ni Köning. Si a todos estos datos sumamos que la única fuente directa de conocimiento del francotirador alemán es la autobiografía de Vassili Zaitsev la conclusión es sencilla: el referido oficial, Köning o Thorvald, nunca existió.


Además, se observa la presencia de otros errores menores como el propio cruce del río Volga en barcas, el cual en la cinta se muestra como realizado a plena luz del día. Es obvio que estas embarcaciones realizaron el trayecto de llevanza de tropas de una rivera a otra del cauce fluvial bajo la oscuridad de la noche no sólo para limitar los efectos de los ataques aéreos alemanes sino también para evitar que los alemanes presionaran allí donde las embarcaciones iban a arribar.

Otro error de tinte histórico es el hecho de que, al margen de la familia del joven Sasha, no aparecen civiles en la ciudad cuando una orden expresa de Stalin, como se ha indicado más arriba, había impuesto a la población de la ciudad la orden de permanecer en Stalingrado.

También es reseñable como error el aspecto con el que se caracteriza a Nikita Jruschov, el cual aparece en plena senectud y con el aspecto que tendría en los años 50 o 60, y no con el semblante más joven que tendría a en 1942.

Por otro lado, lo errores de lógica son abundantes. Quizás uno de los más llamativos es el comportamiento de los soldados alemanes abatidos por Zaitsev al inicio de la película, cuando está atrapado en la fuente de la plaza con el comisario Danilov; quizás no el primero en caer, pero los demás ven como sus compañeros van siendo víctimas del tirador ruso y apenas se inmutan (unido al casualismo de las explosiones que se producen a conveniencia de Zaitsev). Otra incongruencia, también al inicio de la película, puede observarse cuando Zaitsev prescinde de abatir a un soldado alemán a pesar de tenerlo en el punto de mira y, una vez se levanta, se encuentra con el niño Sasha el cual le pregunta por qué no disparó, algo ilógico dado que sólo Zaitsev sabía a quien estaba apuntado en la distancia.


LA FRASE. “El que lleva el fusil dispara; el que no lo lleva, que acompañe al que lo lleva; cuando el que lleva el fusil muera, el que no lo lleva, coje el fusil y dispara” (Oficial de abastecimiento  del Ejército Rojo).

Son tan diversas como variopintas las sentencias que nos deja el film (sobre todo pronunciadas por Jruschov), pero la elección de esta se ampara en que es la expresión del estado límite en el que las fuerzas rusas llegaron a encontrarse en Stalingrado lo que, unido a la orden del “ni un paso atrás”, suponen la mejor expresión de la omnipresencia de la muerte a la que el soldado ruso había de enfrentarse.


PARA QUIEN. La relativamente reciente factura de esta producción unida a la corrección formal de la que está investida “Enemigo a las puertas” las convierte en una película sumamente interesante para cualquier público, a lo que contribuye su notable ambientación, la tensión que en los momentos inspirados alcanza la trama así como su instroducción espectacular. Sin embargo, si la pretensión del espectador está en el contenido documental de la cinta acerca de la batalla de Stalingrado la elección no es acertada dados los graves vicios de construcción que presenta.


VALORACIÓN. Lo que “Enemigo a las puertas” nos presenta es un western cambiado de ambientación y trasladado a la batalla de Stalingrado, así de simple. La historia de celos y pasiones amorosas y el duelo de dos hombres acaparan el peso argumental de la película, pasando la ambientación bélica a un plano secundario a pesar de la espectacularidad escénica. Una película lo suficientemente buena como para pasar un buen rato de cine pero lo suficientemente cargada de taras como para erigirla en lo alto de la clasificación. Un mayor empeño en la elaboración de la trama histórica, sin desdeño de las historias personales de los protagonistas, habría dado un mayor pulo a la película y, quizás, estaríamos hablando de una de las mejores películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial.


16 comentarios:

  1. Hola Wittman, me gusta mucho tu crítica, comulgo con ella en prácticamente todos sus puntos. Creo que la mejor definición es la de "western con miras telescópicas", todas las claves del género trasladadas a la batalla de Stalingrado. Me pareció aburrida la historia de amor, pero paradójicamente es verídica, por tanto tampoco podemos decir que sea una licencia del director.
    Creo que el punto positivo de la cinta es la capacidad del cine europeo para hacer buenos productos bélicos.

    Un saludo

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    1. Buenas Piru.

      Gracias por comentar. Ciertamente, así la definen muchos de sus críticos. El que se trate de la traducción de un western a términos de la SGM conlleva que se importen todas las ventajas que suponen aquellas simples aunque efectivas tramas; no obstante, hay puntos faltos de concordancia (como una historia esquemática, previsible y mal configurada) y un ritmo, por momentos, fatigoso para el espectador. Esa que comentas es una de las lecciones con las que hemos de quedarnos, pero la producción de buenas películas a nivel europeo sólo se da cada ciertos años, mientras que en Hollywood lo tienen por costumbre o, al menos, lo intentan.

      Un saludo.

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  2. Muy buenas Wittman.

    Pese a los errores que resaltas a mí me gusta bastante la película y sobre todo la escena en la que aparece la frase que has elegido: “El que lleva el fusil dispara; el que no lo lleva, que acompañe al que lo lleva; cuando el que lleva el fusil muera, el que no lo lleva, coje el fusil y dispara”

    Por cierto, hay un juego de ordenador en el que salen muchas escenas de esta película, creo que era un Call of Duty, creo que el 2.

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    1. Hola Viriato.

      Los errores son importantes desde el punto de vista de que, pese a ser una gran producción, abraza el mito de Zaitsev como una verdad absoluta so pretexto de explotarlo comercialmente; y es precisamente ahí donde yerra. Sin embargo, creo que la película es buena y entretenida (pero sólo como película en sí); de hecho tiene momentos soberbios como aquel en que se pronuncia esa frase. En lo que toca al juego lo comento en mi entrada, y creo que estás en lo cierto cuando haces alusión al COD 2 porque recuerdo que se veía incluso a los comisarios leyendo las cartas como en la película. Sin embargo, como hace años de mi última partida no podía asegurar de que COD se trataba.

      Un saludo.

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  3. Buenas, Wittmann. Casualmente hace pocos días volví a visionar el film, así que lo tengo fresquito. Coincido contigo plenamente. La cinta merece la pena por el buen trabajo de recrear el horror de la batalla desde el punto de vista del soldado rojo. Las escenas bélicas son correctas, y el principio impactante. Como bien apuntas, la trama hace aguas por todas partes, aunque creo que más que error del guionista es deseo de agradar a más público.
    Por último, concuerdo contigo en que el francotirador alemán nunca existió. Esta película habría ganado mucho más si no hubiera caído tanto del lado ruso.

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    1. Buenas malatesta.

      Gracias por tu comentario. Por las características que comentas, de hecho, la película se deja ver y, como es tu caso, de modo reiterado. El problema es que para quien quiera buscar algo de profundidad en el entramado de fondo puede llevarse una decepción pese a las buenas escenas que ostenta "Enemigo a las puertas". Lo que es innegable es que el rigor histórico contribuye a deslucir una película que de haber obrado en buenas manos podría ser todo un éxito.

      Un saludo.

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  4. Aunque no la he visto, la confrontación alemana y rusa no tendría mejor exponente cinematográfico que el que citas, por la reseña que haces. Aún así, la confrontación liderada por españoles en el frente Ruso. Simplemente teniamos muchos mas ovoides y menos que perder, pues cómo los tercios, lo único que teníamos era la vida, e incluso ella eraprescindible por la mayor gloria de España. Te sigo vivamente.

    Un saludazo.

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  5. Buenas Peinado.

    Gracias por tu comentario y por tus siempre interesadas y acertadas reflexiones. Los españoles no tuvieron protagonismo en la batalla de Stalingrado pero en los Grupos de Ejército alemanes en los que sirvieron, señaladamente en Leningrado, su fama pronto alcanzó cotas sólo dignas de héroes. No en "Enemigo a las puertas", pero en el cine dedicado al Frente ruso existe una carestía de representación de nuestros divisionarios cuando, en realidad, sus actuaciones fueron soberbias. Peinado, te recomiendo la primera media hora de esta película, justo hasta el instante en que la trama se disuelve bajo los auspicios de la versión soviética de la Historia.

    Un saludo, amigo.

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    1. Fe de erratas: donde dice "interesadas" debe decir "interesantes".

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  6. Por partes:

    En lo referente a la película estoy de acuerdo con el análisis de Wittmann. Es un film que tiene momentos muy buenos y otros que resultan un pastel. Recuerdo que cuando vi "Enemigo a las Puertas" lo hice con cierto disgusto, pues mientras se sucedían las soporíferas escenas de índole más sentimental yo estaba deseoso por conocer el desenlace final del duelo entre los dos francotiradores. Es, por ello, una película que no he vuelto a ver.

    Y sí, muchas escenas del COD2 (pedazo de juego) recrean escenas de esta película.

    Saludos.

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    1. Buenas Apañó.

      Siempre un placer el tenerte por estos lares. Es, como se suele decir, una película de contrastes, de muchos altibajos. Los momentos épicos de la película son minorados en su condición por los sinsabores de una historia amorosa que, por otro lado, es previsible y superficial. Gracias por la aclaración; y sí, un excepcional juego, de los que hacen época.

      Saludos.

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  7. Estimado Wittmann, largo es el tiempo si apalabrar por éstos lares y me dejo caer para comunicarte que deseo ser mñás constante en mis comunicaciones, artículos y comentarios. Siempre estoy dispuesto y necesitado de artuclistas cómo tu y por supuesto de tu sapiencia en éste tan querido aspecto cinematográfico de lo bélico.

    Un saludazo.

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    1. Hola Peinado.

      Sé que tengo esto un poco abandonado, pero aprovecho tu comentario para pedir disculpas por ello a todos los seguidores de este espacio, tan mío como vuestro. Pero pronto estaré dejando caer alguna película analizada en detalle. Agradezco la paciencia y espero que las disculpas sean aceptadas.

      Un saludo.

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  8. Wittmann,

    Acabo de descubrir el blog... ¡y de la II Guerra Mundial!
    Le echo un vistazo y te cuento.

    Saludos.

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    1. Buenas Herep.

      Supongo que ya lo habrás supuesto por la tardanza, pero me he visto obligado por circunstancias personales a dar un ligero paréntesis tanto al blog como a los comentarios en otros. De todos modos me alegro que te haya parecido interesante, lo cual me anima a retomar lo más pronto posible la andadura cinematográfica de este espacio.

      Un abrazo.

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  9. hola y el tema donde esta?

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