SINOPSIS. “Banderas de nuestros padres” es la historia de tres soldados, “Doc” Bradley (Ryan Phillippe), René Gagnon (Jesse Bradford) y e Ira Hayes (Adam Beach), quienes se ven embarcados en plena Guerra del Pacífico, en la terrible Batalla de Iwo Jima contra los japoneses, de la que van a ser protagonistas casi sin quererlo. “Banderas de nuestros padres” es la historia de una foto, una foto convertida en ardid de la propaganda para la financiación de la guerra. “Banderas de nuestros padres” es la historia de aquellos Marines que sufren, antes, durante y después, lo peor de la guerra y lo más tedioso de la fama a la que una casual instantánea les otorga.
LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Los aspectos de la película que tienen cabida en este punto son diversos. No obstante hay que destacar la “mano” cinematográfica de Eastwood y su saber hacer, más aun cuando se trata de cine bélico. Es cierto que se trata de un film superado abiertamente por su “gemela” “Cartas desde Iwo Jima”, pero no por ello deja de ser digna de mención esa mezcla de sentimentalismo, trama psicológica y un atrevimiento técnico insólito. Eastwood logra reflejar el aspecto más interno del Marine cuyo dolor, sufrimiento y desventura en el duro camino de la guerra nos muestra de una forma muy cruda. Y todo esto sin hacer desmerecer los espectaculares combates entre americanos y japoneses, de los que podemos ver desde grandiosas escenas con tomas aéreas del avance de cientos de soldados hasta el detalle de la tensión constante y el miedo que aflige al soldado combatiente en Iwo Jima.
LO PEOR DE LA PELÍCULA. Si cabe mencionar algún punto sobre este particular, ese es el exceso de ambición temático del que Eastwood peca en “Banderas de nuestros padres”. El hecho de intentar tomar como triple punto de arrancada, la contienda strictu sensu con todas las circunstancias históricas, la impronta psicológica del desgaste del soldado y la visión de todo ello desde el presente, conlleva la lógica consecuencia de que no se detiene lo suficiente en ninguno de los aspectos, al menos en la medida requerida para que el espectador pueda degustar lo bastante alguno de ellos.
COMPARACIÓN. Realmente se trata de una película que bebe de muchas fuentes pero que, del mismo modo, innova de una u otra manera los aspectos que de otras películas trae. La comparación más evidente es la que hace referencia a su “gemela” japonesa “Cartas desde Iwo Jima”, si bien no puede negarse el superior nivel de esta última tanto en el fondo temático y el modo en que se traduce al metraje cuanto en los aspectos formales y técnicos en los que, no siendo tan acusada la diferencia cualitativa, si es notoria la distancia que existe entre ambas a la hora de darles coherencia. Es precisamente “Cartas desde Iwo-Jima” la que completa la visión cinematográfica que “Banderas de nuestros padres” da de la contienda en aquella isla. Eastwood toma ciertas escenas de “Salvar al soldado Ryan”, extremo más que evidente en las escenas del desembarco, pero que en gran Clint consigue exprimir hasta su última gota creativa al aderezarlas con constantes salpicaduras de arena en la pantalla, tomas subjetivas de los aviones disparando, escenas en las que la cámara sigue al soldado que avanza e imágenes similares que introducen, como casi nunca se hizo en el cine, al espectador en primera línea de batalla. A modo de comparación son dignas de mención en este inciso películas como “El ataque duró siete días”, por el reflejo del desgaste psicológico del soldado, o también el episodio dedicado a esta batalla de “The Pacific”.
HISTORIA. Más allá del aspecto cuasi-anecdótico de la fotografía de Joe Rosenthal, la Batalla de Iwo-Jima supuso un cambio definitivo en el rumbo de la guerra, tanto en términos estratégicos como en términos coyunturales.
En lo estratégico, para 1945, la importancia de la isla, pese a carecer de agua potable y tener una superficie repleta de azufre (Iwo Jima significa precisamente eso, “isla de azufre”), residía en el hecho de que por su ubicación se encontraba en la mitad del trayecto de los bombarderos B-29 hacia las ciudades de Japón, y la estación de radar permitía su señalización y consecuente interceptación por los cazas japoneses y bases antiaéreas, toda vez que las fuerzas niponas se hallaban en clara postura defensiva tras su lento pero inexorable declive en el Pacífico. Así pues, con Iwo-Jima perturbando la actividad de los bombarderos americanos y dado que los cazas de escolta no tenían rango operacional suficiente, las fuerzas americanas centraron sus fuerzas en el ataque a Iwo-Jima. El general Holland Smith dispuso de unas fuerzas de entre 250.000 y 300.000 hombres y 500 barcos de diversos tipos para acometer su ofensiva. Antes del inicio de ésta se produjo un bombardeo incesante dela isla.
Por su parte, los japoneses, amparados en la leal y tenaz idea de mantener la resistencia como medio de buscar la paz con los americanos y bajo la condición de saber que estaban ya luchando en terreno patrio, dispusieron de aproximadamente 25.000 hombres bien preparados y con un nudo defensivo de túneles, trincheras y nidos ocultos, con cañones, tanques ligeros, morteros, ametralladoras y tiradores, todos al mando del general Tadamishi Kuribayashi. Conscientes de su aislamiento, tras la derrota de la Marina Imperial en la Batalla de Leythe, su fe imperturbable en sus posibilidades, así como la firme voluntad de defensa de su país y su tierra compensaban su menor armamento, hecho que se pone de manifiesto en el balance de víctimas final. Las circunstancias del terreno, polvoriento, arenoso y provocador del dificultoso avance americano, tanto de hombres como de blindados, constituyeron la causa directa de que los cañones ubicados en el Monte Suribachi pudiesen hostigarles sin la menor dificultad causando numerosas bajas.
La ofensiva americana, iniciada el 16 de febrero, consiguió aislar el Suribachi el día 19 pero no a sus 2000 defensores nipones, quienes se comunicaban con el resto de la isla a través de la red de túneles. No fue hasta el día 23 que consiguieron “descabezar” la isla y tomar definitivamente el Monte Suribachi. En la cumbre de éste se ubicó una bandera como símbolo de la conquista de aquella elevación (consecuente toma de la isla), pero que, dada la originalidad y lo simbólico de tal gesto, no tardó en llamar la atención del general Smith, quien recabó para sí la bandera y ordenó colocar otra en su lugar, que sería la retratada y que elevaría a la categoría de heroes a Bradley, Gagnon y Hayes, cuando alguno de los que habían izado la primera ya habían perecido. Pero en esa labor de propaganda amparada en el engrandecimiento de hechos o mentiras, serían los soviéticos quienes se llevarían la palma.
No obstante la resistencia japonesa se extendió hasta el día 26 de aquel mismo mes, cuando el ejército imperial o, lo que restaba de él en la isla, inició una última ofensiva con 200 hombres. La Batalla de Iwo-Jima había terminado. Fue la única batalla en que, con diferencia, el número de víctimas americanas superaron a las víctimas japonesas. A la postre sería la contienda que determinaría las masacres de Hiroshima y Nagasaki.
APARTADO TÉCNICO. El despliegue de medios es muy meritorio pero, por otro lado, ello no es nada extraño dado el habitual cuidado en cuanto a detallismo de Eastwood, además de su larga experiencia en este tipo de cine. Más perceptible en “Cartas desde Iwo-Jima”, por su mayor carga bélica, la pléyade de instrumentos y armamento bélico de “Banderas de nuestros padres” se extiende, en lo que toca al armamento americano, desde acorazados a barcos de transporte; pasando por cazabombarderos Corsair, cuyas tomas subjetivas acometiendo el Suribachi, viendo pasar los proyectiles japoneses no tienen desperdicio alguno; también son notables los blindados Sherman y los vehículos anfibios LVT -2 y LVT-4, especialmente protagonistas durante el desembarco pero desaparecidos durante el resto del film; del mismo modo es notable la presencia de ametralladoras Browning M1919, de subfusiles Thompson y el fusil M1 Garand; y anecdóticamente puede verse algún Jeep o avión de transporte C-47. En el bando japonés, más limitado de medios, el abanico se limita prácticamente a artillería y armas ligeras, entre las que sobresalen las ametralladoras Tipo 11, Tipo 92 y la ametralladora ligera Tipo 99, de las que resulta sobrecogedora la escena en la que asoman de los nidos de ametralladoras ocultos.
Estratégicamente es una película notable, pues permite al espectador asistir a las explicaciones de cómo se producirá el desembarco y el asalto a la isla. Por ello resulta interesante contrastarla con Cartas desde Iwo-Jima y el despliegue de efectivos, que los americanos no esperaban, de Kuribayashi.
ERRORES. El más clamoroso de todos es un error de mera congruencia temporal. Cuando, tras la publicación de la fotografía, esto es, aproximadamente a 24 de febrero de 1945, la madre del soldado Block recibe el periódico del día y ve la foto en la que cree reconocer a su hijo, de fondo escuchamos una crónica de radio que narra un hecho totalmente anacrónico: el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, producido el 6 de agosto de ese mismo año, cuando ya Iwo-Jima quedaba muy distante en el tiempo y, precisamente, siendo esa isla la que permitió aquella masacre infame.
En otro orden de cosas, sí que parece cierta la toma de referencia de “Salvar al soldado Ryan” en determinados aspectos dado que de ella se hereda el error de poner en manos de varios Marines el fusil M-14 aparecido en 1957, precisamente para substituir al Garand.
PARA QUIEN. Sin duda es una película recomendable para todo tipo de públicos dado que ostenta un gran valor documental acerca de esta contienda (aunque no tanto como su hermana japonesa), tiene un gran valor reflexivo acerca de cómo la guerra hace mella y desgasta al soldado y analiza cómo la propaganda, cuya época de mayor furor en la historia se desarrollaba en aquellos años, era utilizada al servicio de las armas aunque no siempre al amparo de la verdad y el rigor histórico. Una película muy completa y de recomendable visionado.
VALORACIÓN. La mano de Clint Eastwood es muy notable, pero no alcanza el nivel desplegado en la versión japonesa. El destacable reparto, con actores importados de “Hermanos de Sangre” o “Salvar al soldado Ryan”, complementado con el alto nivel técnico y creativo, hace que se vea en cierta medida compensada la desazón que en causan los saltos temporales y el abandono del relato lineal, lo que a su vez repercute directamente en la suficiencia de cada uno de los aspectos temáticos del metraje cuando, de hacerlo de otro modo podrían alcanzar la excelencia. En definitiva y, por resumirlo de algún modo, quizás pueda afirmarse que se trata de una película buena en todo pero que no llega a ser la mejor en nada.
Como siempre, una completísima critica. La peli me gustó en su momento, además de ser una mirada distinta a la típica historia bélica, sin desmerecer sus escenas de lucha. La dirección de Eastwood magistral, como casi siempre, pero creo que es importante considerar esta historia como un fragmento que no estará completo hasta llegar a Cartas desde Iwo Jima. Para mi, analizadas por separado, creo que es mejor película la versión japonesa que la americana (más si cabe desde un planteamiento puramente del conflicto en sí).
ResponderEliminarUn saludo
Buenas Piru.
ResponderEliminarY, como siempre, yo tan agradecido como concordante en lo que respecta a tu comentario. Opino que, el significado de este film se cierra con "Cartas desdes Iwo-Jima" que, no sólo complementa a la versión americana, sino que, al tiempo que logra esto, la supera en todos los términos, sobre todo en el planteamiento del conflicto, como dices. En cualquier caso, el saber hacer de Eastwood, como comentas, nos sitúa ante dos obras maestras del cine. Magister dixit, que decían los romanos.
Un saludo Piru y gracias por el comentario.