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martes, 1 de noviembre de 2011

EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI (THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI)



SINOPSIS. Película basada en la novela del mismo título de Pierre Boulle. A un campo de prisioneros ubicado en medio de la selva tailandesa llega, en 1943, un numeroso grupo de prisioneros ingleses mandados por el coronel Nicholson (Alec Guinness). No tarda en enemistarse con el coronel Saito (Sessue Hayakawa), al mando del campo de prisioneros, por su modo de gobernar el campo y sus polémicas medidas, sobre todo por los trabajos forzados de los oficiales en la construcción de un puente sobre el río Kwai, algo prohibido por la Convención de Ginebra. La abnegación de Nicholson lleva al coronel nipón a adoptar todo tipo de medidas con el inglés lo que dará lugar a una curiosa evolución en su relación. Entretanto, el mayor Shears (William Holden) de la armada americana, hecho prisionero tras la batalla del estrecho de Sonda, intenta fugarse a toda costa del campo teniendo tal intento un sorpresivo resultado y que él no se espera.


LO MEJOR DE LA PELÍCULA. Al hallarnos ante un clásico de clásicos se hace difícil concretar un aspecto que resulte más notable que otro, dado que lo que hace de esta película un referente es la combinación de todos los detalles presentes en ella. Precisamente por ello, creo que no es equívoco señalar a este respecto el trabajado ritmo narrativo como el más destacable: la simple trama inicial reducida al campo de prisioneros transmuta en una diversidad escénica sin que el espectador pierda ni la más mínima noción del desarrollo de la película. A ello contribuye, obviamente, el gran reparto con Alec Guinnes a la cabeza, pero también con unos actores secundarios que realizan un papel muy correcto, y la ambientación general conseguida a base de rodajes en parajes selváticos inhóspitos. No puede pasarse por el análisis de lo mejor de este clásico sin mentar, al menos, la adaptación “silbada” que los sucios y macilentos soldados británicos hacen de la “Marcha del Coronel Bogey” a su entrada en el campo de prisioneros y que ha pasado a ser una de las más rememoradas escenas del cine bélico. Tampoco pueden olvidarse los pequeños diálogos y detalles de tono humorístico que riegan toda la película (véase el calendario con la sugerente chica en el despacho del cruel e inflexible Saito).


LO PEOR DE LA PELÍCULA. Quizá por la misma y esencial razón de que se trate de un clásico, haciendo el ejercicio de una mirada retrospectiva desde el cine actual, ciertos acontecimientos de la trama o comportamientos de personajes resultan un tanto previsibles, hecho que trastoca la incertidumbre y la atención generada a medio de otras circunstancias en el espectador. El ejemplo más evidente es el soldado Lloyce, integrante de un comando británico, el cual, para formar parte del mismo, es preguntado acerca de su capacidad para, llegado el caso, utilizar el cuchillo para matar sin contemplaciones, ante lo que el joven Lloyce se muestra dubitativo. No hace falta ser un visionario para intuir lo que los acontecimientos le van a deparar.


COMPARACIÓN. Durante los años cincuenta, sesenta y, en menor medida, setenta del pasado siglo el cine de aventuras de ambientación bélica era una constante temática. Las hazañas de grupos de asalto u osadas infiltraciones en las líneas enemigas eran una fuente de éxito casi segura, algo a lo que David Lean, el director, no fue ajeno. En este sentido, “El puente sobre el río Kwai” fue de las pioneras no sólo en cuanta al hecho de tratar esa temática sino también por imbuir el tema de los campos de concentración aprovechando aquella moda y otra suerte de cuestiones (como los dilemas psicológicos del soldado Lloyce). Así, los parecidos que resultan son diversos en cualquiera de ambos temas: “Comando en el Mar de la China”, “Prisioneras deguerra”, su propia y discreta sucesora “El regreso del río Kwai”, o, en el frente occidental, “El desafío de las águilas” o “La guerra de Hart”. Es precisamente ésta última respecto a la cual se atisba un parecido notable por no hablar ya de inspiración directa en la producción de David Lean. Ello resulta evidente en el enfrentamiento del oficial americano y el comandante alemán que puede observarse en “La guerra de Hart” cuya evolución, como en “El puente sobre el río Kwai”, va marcando el devenir de los acontecimientos. No obstante, el enfrentamiento de Nicholson y Saito desprende una mayor carga psicológica, convirtiéndose en un pulso constante y tenso entre la obstinación del primero y el autoritarismo del segundo, escena tras escena y que casi se puede adivinar en cada mirada.


HISTORIA. Aunque en el film prescinda de las circunstancias puramente históricas so pretexto de centrarse en el desarrollo de la novela de Pierre Boulle, se hace necesario una concisa contextualización que permita conocer las circunstancias en las que se mueve el film, más allá de la recreación de la construcción del puente sobre el río Kwai, efectivamente construido, hoy reconstruido en acero.

En la época recreada por la película, esto es, mediados del año 1943, Siam (la actual Tailandia) era ya un estado aliado a Japón (lo era desde 1942) y, por lo tanto, integrado a medio de este en el Eje Roma – Berlín – Tokio, al igual que muchas de sus vecinas naciones como Birmania, países que abrazaron las promesas de guardar la independencia que los japoneses les ofrecieron como contraprestación. Japón, en su ánimo de controlar el sureste asiático comenzó a dotar a dichos territorios de infraestructuras de las que favorecerse para el transporte de tropas y pertrechos para los amplios frentes que mantenía en el sureste asiático continental, uno de cuyos muchos ejemplos es el puente sobre el río Kwai.


Sin embargo, ese año, 1943, marcó el inicio del declive de la expansión japonesa. Los numerosos frentes mantenidos, entre los que se encontraban la prolongada guerra mantenida con China desde 1937 y la ocupación de las diversas islas del sureste asiático, originaban un complejo entramado estratégico para el abastecimiento. Por esa razón, los americanos en marzo de 1943 dieron inicio a la operación Cartwheel, cuya cabeza pensante era el mediático general Douglas MacArthur, la cual tenía por objeto la captura de Rabaul (Filipinas) para aislar a las fuerzas japonesas respecto a Tokio y cortar y entorpecer el abastecimiento de sus tropas del sureste asiático, además de su uso como base de operaciones. El éxito de tal operación, unido a la derrota de los japoneses en la batalla naval del Golfo de Leyte (lo que hizo perder a los nipones el territorio filipino) y la presencia cada vez mayor de tropas americanas originaron un lento pero inexorable declive del imperio japonés.


En lo referente a los campos de prisioneros japoneses resultan llamativas las condiciones de dureza reflejadas en el film, simbolizadas en “el horno” una minúscula celda situada a pleno sol en la que el coronel Nicholson es encerrado. Efectivamente, los campos de prisioneros japoneses se hicieron famosos por el estricto régimen mantenido en su interior. No obstante, a pesar de la rigidez normativa y las severas medidas adoptadas por los oficiales japoneses en los métodos de trabajo, la mayoría de las muertes eran provocadas por las condiciones naturales de los parajes selváticos en los que los campos se situaban. Tanto en los campos como en el combate, las bajas por enfermedades tropicales hicieron en todo momento menos mella en los japoneses dada su larga experiencia en estos territorios, para cuya invasión habían dispuesto de más tiempo de preparación, también en lo que a las enfermedades respecta.

La querencia japonesa por imponer las condiciones más duras en sus campos obedece a su diferente idiosincrasia para con el arte castrense y no a una querencia gratuita por la muerte de los soldados británicos: para los japoneses, tal y como Saito expresa en su discurso, la rendición es el resultado más deshonroso para todo aquel que tenga la categoría de soldado y que, por ende, al igual que la traición o la deserción, constituyen comportamientos inaceptables e infames, por lo que no merecen ninguna suerte de buena consideración. Sólo los definitivamente derrotados merecían mejor consideración, en cuyo caso la benevolencia en el trato podría ser considerada. Pero, a los ojos de los militares japoneses, el hecho de que los oficiales enemigos fuesen los que diesen la orden tan ignominiosa de rendirse es lo que daba lugar a la concurrencia de culpas y lo que originaba que a ellos se extendiesen los trabajos forzados en régimen de castigo.


Los reproches de Nicholson a Saito aludiendo a la Convención de Ginebra, aun siendo la conducta debida en tales circunstancias, son la excepción. Sobre este particular, cabe señalar que los británicos no destacaron precisamente por cumplir tales tratados respecto de los prisioneros de guerra ya que son numerosos los ejemplos que constatan prácticas abominables que los británicos llevaron a cabo; sirva de ejemplo la medida desesperada de denegar agua y comida durante días a los soldados alemanes e italianos que fue adoptada por las tropas del general Ritchie en el norte de África para obtener confesiones acerca de los planes de Rommel (hecho del que este deja constancia en sus Memorias). Algo que nada se compadece con los “mejores valores occidentales” de los que Nicholson hace gala. Una vez más, la historia la cuentan los vencedores que, por supuesto, siempre son los buenos.


APARTADO TÉCNICO. Lo llamativo de “El puente sobre el río Kwai” es que logra erigirse en una de las grandes películas del universo bélico cuando la dotación armamentística es realmente reducida o prácticamente nula. Podría decirse que todo lo que se muestra son apenas tres o cuatro fusiles japoneses Tipo 38 que portan los guardias, otros tantos subfusiles Sten - Mark I en manos del comando de asalto, un mortero y una ametralladora. Poco más. En otro orden de cosas, sí es logrado el apartado de las indumentarias, tanto desde el punto de vista de los harapientos uniformes de los prisioneros británicos como desde las correctas vestimentas de los soldados japoneses o del comando de asalto, pasando por la amplio vestuario mostrado por el coronel Saito, entre los que sobresale el uniforme de gala que porta el día en que conmemora la victoria japonesa sobre Rusia en 1905.


ERRORES. Pese a la grandeza del nombre de esta producción, la época en que fue realizada obligaba prácticamente a la presencia de errores, toda vez que el cine bélico de entonces amparaba más su éxito en la trama aventurera que formase el nudo de la historia que en criterios de exquisitez táctica o técnica. Por ejemplo, a este respecto puede observarse como lo japoneses introducen en el campo una ametralladora Vickers, típica del ejército británico, para coaccionar a Nicholson que, si bien pudiese tratarse de una capturada, es exagerado el propósito para el que se la trae al film. Por otro lado el Sten - Mark I se hace obsoleto para el año 1943 como para ser portado por un comando de asalto. Ya desde una perspectiva de lógica hay piezas que no terminan de encajar en el desarrollo. Así, cuando la película da apenas inicio podemos ver como Shears está procediendo al entierro de un compañero en el cementerio del campo, al tiempo que lamenta las constantes muertes que se producen por las inhumanas condiciones del campo y por el inclemente coronel Saito (al que alude como si de una enfermedad más se tratase); paradójicamente, durante los meses que duran los trabajos en el puente apenas mueren un par de prisioneros. Otro error de lógica puede apreciarse en una de las reuniones que en su despacho mantiene el coronel Saito con Nicholson tras haber sacado a este del “horno” en el que había permanecido durante días sin apenas haber comido o bebido: a pesar del fatigoso e irregular paso que realiza, fruto de su duro y largo encierro, resulta llamativa la fortaleza que presenta, hasta en su voz, una vez da un par de sorbos a un vaso de whisky al que Saito le invita.


LA FRASE. “En circunstancias normales la obligación del soldado que cae prisionero es intentar la fuga pero mis soldados y yo nos hallamos en una particularísima situación legal que usted desconoce: en Singapur recibimos la orden de rendirnos firmada por el Alto Mando. La orden ¿comprende? Así que en nuestro caso la fuga podría ser una infracción de las leyes militares. Curioso ¿no? (…) Sin leyes, comandante Shears, no hay civilización” (Coronel Nicholson a Shears). Constituye un perfecto resumen, no sólo del porqué de su apego a los códigos militares y respeto hacia los mismos, sino también del cómo dar a entender tales normas a los soldados rendidos. Algo que, no obstante, no fue una doctrina unánimemente seguida en la contienda y, pese a lo que pueda creerse, mucho menos en el bando aliado. Nicholson reitera los motivos al doctor Clipton: “Vuelva a fijarse, Clipton. Algún día terminará la guerra y espero que todos los que crucen por este puente en años venideros sepan cómo se construyó y quién lo construyó: no un grupo de esclavos sino de soldados, soldados británicos”.


PARA QUIEN. Sencillamente para todos los públicos. Aun tratándose de un clásico del cine, con sus manidos temas y su defectos, constituye una buena muestra del cine bélico bien hecho y sin tergiversaciones malévolas ni voluntad de adoctrinamiento. Una entretenida historia que merece ser vista y disfrutada de principio a fin. El contenido histórico, dada su escasa contextualización, es bajo, como también lo es la escasa presencia de la temática amorosa. Es precisamente eso lo que consigue dar un logrado resultado final en los demás temas.


VALORACIÓN. Las diferencias que, a título de curiosidad, mantuvieron el autor de la novela y los guionistas del film, también en las recogidas de los diversos premios, podrían haber hecho añicos el renombre de esta producción. Sin embargo “El puente sobre el río Kwai” ha perdurado como uno de los grandes clásicos no ya del cine bélico sino del séptimo arte en general. Aun teniendo en cuenta la pobreza obligada por las circunstancias en algunos puntos del film, el resultado final es una película fantástica que no ha hecho sino sobrevivir al paso del tiempo de una forma notable. El final, sorprendente y lleno de acción constituye la guinda para una gran película.

11 comentarios:

  1. Un clásico, sin duda. Y no me había dado cuenta hasta ahora del detalle: para ser una película bélica, hasta pocas armas se ven.
    Por cierto, siempre me cayó mejor Saito que el coronel británico. ¿Seré un poco anglófobo?

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  2. Buenas malatesta.

    Precisamente el detalle de la ausencia de armas unido a los grandes toques de humor son lo que hacen si cabe más reseñable este título. Lo de empatizar con el coronel Saito es algo que también he vivido, quizás porque su cometido era sencillamente cumplir con la construcción de un simple puente mientras que Nicholson se afanaba en cumplir la legalidad internacional. Y en la contienda ambos sabemos que era más fácil lo primero que lo segundo; no es tanto una cuestión de anglofobia ;). Gracias por el comentario.

    Un saludo.

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  3. Buenas Wittman

    Personalmente lo que más me gusta de esta película es el duelo de personalidades entre Saito y Nicholson. Ambos son hombres duros, de fuertes convicciones y, cada uno a su manera, un fuerte sentido del honor. Y es precisamente el honor y el orgullo de Nicholson lo que le lleva finalmente a empeñarse en construir el puente, hasta el punto de que acabará identificando dicho puente con el honor del Imperio Británico. Ah, y por cierto, destacar una de esas secuencias míticas de la historia del cine: la llegada de los prisioneros británicos al campo bajo la melodía de "La Marcha del Coronel Bogey" (el famoso "silbidito").

    Saludos

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  4. Buenas von Kleist.

    No puede negarse el papel central que desempeña el duelo de personalidades de ambos coroneles. De facto, toda la trama y su desarrollo giran entorno a dicho duelo así como el espectacular final, consecuencia directa de la evolución del enfrentamiento. La melodía que comentas la había introducido, como no podía ser menos, en el apartado dedicado a lo mejor de la película.

    Saludos.

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  5. Creo que el "El puente sobre el río Kwai" es la precursora de otra gran película de trama parecida: "Feliz Navidad Mr Lawrence"
    Los parecidos y paralelismos entre ambas cintas son más que evidentes en la ambientación, pero también en la lucha antagónica entre los carceleros japoneses y los prisioneros aliados. No sabría decir cuál de las dos películas me gusta más, pero ésta, desde luego, es todo un clásico.

    Saludos

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  6. Buenas Apañó.

    Y yo creo que, por el buen hacer en cuya línea se mantiene la tónica general de la cinta, es precursora de muchas otras. La que mencionas todavía no he tenido oportunidad de verla, pero a la hora de realizar las comparaciones me vi abrumado ante la cantidad de parecidos que encontré en otras películas, ya sea en temática, escenas, diálogos, etc. Un referente, sin duda.

    Gracias por el comentario. Un saludo.

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  7. Un título apetecible si bien es más conocido por la banda sonora que por la película en sí. Recuerdo que sirviendo en la Guardia Real tuvimos un intercambio con tropas de la Guardia Real Británica y estuvimos tocando "Coronel Bogey" a todas horas, en todos los actos hasta el punto de ir silbándola mientras la tocábamos.

    Un saludazo.

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  8. Buenas C S Peinado.

    Un placer verte por aquí. Sin duda una anécdota digna de traer a colación por la repercusión que el "silbidito" ha alcanzado. Tanto es así a no sabría decir si la película ha dado fama a la melodía o a la inversa.

    Un saludo.

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  9. Un clasico,pero como tema belico-campo prisioneros "feliz navidad mr lawrence" es como algo mas creible,ah enhorabuena por el blog lo he encontrado hace poco.Un saludo desde Valencia.

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  10. Bienvenido Palleter.

    Gracias por el comentario y también por el elogio. La verdad es que el temita de los campos de prisioneros o campos de concentración da mucho de sí, pero es difícil encontrar películas en las que no se incurra en el maniqueísmo habitual a la hora de tratar estos temas, y mucho menos en el cine actual, tan propendente a la sensiblería comercial. Y eso es lo que precisamente hay que agradecer a "El puente sobre el río Kwai": que haga un buen retrato del campo y que se trate el tema sin más pretexto que el de desarrollar la película.

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  11. Ya te digo que aquello resultó chocante hasta el punto, en mi caso, de andar tocando el tambor y silbando la dichosa cancioncita. Luego resultó que era una canción popular de ejército britanico. Una curiosidad que crea escuela.

    Un saludazo.

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